lunes, 23 de febrero de 2015

Vicio propio

En base a su ruta filmográfica, Paul Thomas Anderson con el pasar de los años se ha ido apartando cada vez más de los géneros clásicos a fin de apuntar a un estilo personal, una suerte de labor transgresora que establece dentro de un universo con jurisdicción propia. Dicho punto de inflexión se vio a partir de Punk-drunk love (2002), filme en donde la comedia romántica y el cine criminal parecen asociarse mediante giros absurdos. El resultado final es una historia plagada de sátiras y resultados excéntricos, sucesos apartados de cualquier normativa convencional dentro de dichos géneros. Ya con Petróleo sangriento (2007) y, especialmente, con The master (2012), las dinámicas del cine de género son cada vez más imperceptibles. Inherent vice (2014) se podría decir que es un retorno a ese experimento que PTA planteó en Punch-drunk love, la inclinación a un cine de género a fin de desvirtuarlos. Nuevamente el producto será algo sui generis.
Inherent vice se inicia cual cine negro. Doc (Joaquin Phoenix), detective privado, cierta noche recibirá la inesperada visita de su antigua amante. Shasta (Katherine Waterston), la femme fatale, acudirá a Doc con la finalidad de evitar un posible atentado: la desaparición del actual amante de Shasta, un rico agente inmobiliario. Como en los mejores filmes del cine negro, al día siguiente sucederá lo que en principio quería evitarse, activándose además la “bomba de tiempo”.  Como por ejemplo en El halcón maltés (1941), será la historia de un caso poco transcendental que se irá complicando cada vez más. Inherent vice recuerda también a Gilda (1946) o Retorno al pasado (1947) sobre protagonistas masculinos que se reencuentran con un viejo amor del que aún no se reponen, y contra su voluntad tendrán que emprender una tarea que los irá comprometiendo cada vez más. A esto PTA le añadirá una gran dosis de comedia y estupefacientes.
Al igual que en Punch-drunk love, el nuevo filme del director irá desmitificando al género a través de la sátira. El ambiente del hippismo de la California de los 70 será medular dentro de la trama al promover un lenguaje que desencaja frente a las clausulas del cine negro. Las drogas y los referentes sexuales –a propósito de falos bañados en chocolate– propios de dicha época, priman a medida que embaucan el drama o la tensión por la que pueda verse envuelto Doc, un detective que dentro de su sufrimiento sentimental de púber y su debilidad por el consumo de alucinógenos, parece manejar con gran compromiso su oficio a cargo. Inherent vice juega además con esa norma sobre la complicación de la trama de un modo exorbitante al sobre acumular personajes y nuevos eventos criminales que se citan sin ser importantes o incluso resueltos al final de la trama. Más que despistar, hay una necesidad de contemplar una lógica de lo disparatado, como ese personaje de Owen Wilson que cómicamente se muestra en todos los escenarios y bandos, o como Shasta a quien todos buscan mas se asoma campante. Por último, esos cambios bruscos en la atmósfera que recorren el erotismo o un hermetismo hilarante, nuevamente, apelando a quebrantar con lo convencional. Esa escena de Josh Brolin pastando marihuana y Joaquin Phoenix conmovido hasta las lágrimas –o por culpa de la dosis– es más para contemplar que para razonarla.

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