Dos películas sobre
cuerpos y mentes que van sufriendo ante el grado degenerativo de una
enfermedad. Esto da por consecuencia una radiografía sobre el padecerlo con
dignidad o desesperación. La teoría del
todo (2014), de James Marsh, apunta al paciente sobrellevando la misma. La
historia del astrofísico Stephen Hawking (Eddie Redmayne) es contemplada como una
historia optimista a propósito de una tragedia. En la trama veremos cómo el
amor, la descendencia y los frutos teóricos puramente científicos van
floreciendo. Marsh muestra obstáculos y crisis, mas en paralelo lo que le
importa es resolver las glorias; esa respuesta digna ante lo trágico. Se podría
incluso concluir que toda la película fue solo pretexto para alcanzar a una gloria
máxima: ¿Cree Stephen Hawking que es suficiente una fórmula para responder
sobre el origen de las cosas? La teoría
del todo concluye como un triunfo de la fe sobre la ciencia, esto a
propósito de una tira de sucesos que se desplazan con fugacidad. De hecho,
dentro de la realidad de la película, no existe un centro en la historia. Es
más un vistazo a la intimidad de un reconocido personaje.
Siempre Alice (2014), de los directores Richard Glatzer y Wash
Westmoreland, es por su lado la tragedia asistiendo al declive, una que también
recae en lo personal como lo profesional. A diferencia de Hawking, aquí es la
mente la que colapsa, esta producto del alzheimer. Alice (Julianne Moore),
llena de glorias, observa con desánimo la enfermedad que en un futuro no muy
lejano, borrará toda evidencia de su pasado y presente. La vida de Alice
depende de la lucidez de su memoria. He ahí el drama de la historia. Como en First cousin once removed (2012),
documental de Alan Berliner, se representa de igual forma a un protagonista de
transcendencia intelectual que va perdiendo la noción de la realidad; el
castigo más injusto para un académico. La diferencia es que mientras Berliner
hace honores a su personaje en base al pasado, Siempre Alice prefiere abordarlo desde el presente, que es la
pesadumbre del personaje y su familia combatiendo con la dolencia. El final de
la película parece también aspirar a una de las conclusiones del documental de
Berliner. Dentro de la irrealidad en la que se sumerge Alice, parece no haberse
extraviado del todo la esencia.
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