El atractivo de ¡Asu mare 2! (2015) no está relacionado a
su reciclado argumento sobre choques sociales al mejor estilo del cine mexicano
de época o los parafraseados chistes de barrio que Cachín (Carlos Alcántara) y
su collera se sortean continuamente, sino al recurso que, con similar fuerza,
se vio explotado en su precuela. Ricardo Maldonado nuevamente apela al montaje
de un periodo y a los ritos correspondientes, en este caso, de la década de los
noventa. Ahora, no se confunda con asociarla a un gesto de celebración o
nostalgia por un entonces. Al igual que sus personajes, bromas y su misma
historia, aquí el tiempo funciona bajo la mecánica de una parodia. El filme, de
esta forma, no construye un retrato glorificado de un momento histórico, sino
más bien una ridiculización. Un espejo al pasado que se observa con una
curiosidad burlona. Ese es el bastón del filme.
¡Asu mare 2! actúa como una sitcom
gringa, pero, obviamente, ajustada y hablada bajo un idioma que el público
local entiende y, en el mejor de los casos, se siente identificado. Son las
referencias reales las que crean empatía y hacen seguir el hilo, por muy
conocido que este sea. La historia es lo de menos; es lo asociado a esta la que
posee el “menjunje”. Apenas iniciada la película, ya sabemos por dónde y en qué
irá a terminar esa historia de amor entre el chico de Mirones y la chica de La
Planicie. ¿Qué es lo que queda? El fondo, la puesta en escena, los eventos
secundarios y apariciones (o cameos) de personalidades que transcriben un
código de identidad. Ahí aparecen Calígula, la tropa de Torbellino, los
infaltables miembros de Pataclaun, Jerry Rivera, etc. Toda una serie de
personajes de “accesorio”, pero que de hecho es el ánimo que nos hace olvidar
que estamos viendo algo repetido. Como ocurre con la saga de Rápidos y furiosos; que se esfuerza por
inventarse nuevas piruetas automovilísticas en cada número.
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