Ya que en principio Nymphomaniac (2013) es una película para
ser vista en un solo corte (pero dada su gran amplitud ha sido dividida en dos
partes), me reservo de hacer una
crítica a la misma, no al menos hasta ver su segunda parte; si es que me animo
a verla, claro está. Hago, sin embargo, un comentario a propósito del cine más
reciente de Lars Von Trier. Oportunidad que hasta el momento no se ha podido debido
a que no se ha visto en cartel alguno de sus últimos filmes. Me remonto desde
su película Anticristo (2009) -en imagen-, que
resultó para el danés su punto de inflexión respecto a su estilo. Desheredarse
del Dogma lo llevó a ubicarse a un lado extremo a dicha formalidad fílmica.
Von
Trier siempre fue experimental y polémico, mas desde Anticristo, el director fue víctima de la extravagancia. Sus filmes
se volvieron enciclopédicos, de estética saturada, con temáticas supurantes que
evocan a la sexualidad, el colapso nervioso y reflexiones
existenciales que evocan a lo absurdo o sobrenatural. Un cine presuntuoso y
gratuito que hace extrañar a películas como Europa
(1999) –perteneciente a su primera etapa que no fue Dogma– o Bailar en la oscuridad (2000). Lars Von
Trier es el Michael Bay del cine de autor. Actualmente, productor de un cine de
pura lata.
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