Andrey Zvyagintsev es
un director que se hizo conocido por un cine de drama cargado, sea en su
historia sobre el tiránico padre que vuelve a casa en El retorno (2003) o la abnegada madre poniendo en pie un perverso
plan en Elena (2011). En ambos casos,
el lazo familiar es medular en las tramas del ruso, siendo este el eje
emocional y, hasta cierto punto, trágico. Leviathan
(2014) es eso, y más. Por encima de un drama familiar, Zvyagintsev promueve un
drama social. En paralelo, y a medida que se asoman los “enemigos”, se van
tejiendo las tensiones. Una familia enfrenta la expropiación de su terreno a
manos de un abusivo funcionario. A diferencia de sus anteriores filmes,
Zvyagintsev esta vez deja pasar al hogar a un “extraño”, y será este mismo el que
provocará la fuerza dramática. La película apunta a ser una denuncia frontal a
las malas dinámicas gubernamentales, al punto de someter a sus protagonistas
principales a una encrucijada que se complicada cada vez más.
En una escena, un
aficionado a la caza se ha tomado la molestia de escoger como blancos de tiro los
retratos de una serie de exlíderes rusos. El desencanto viene de una tradición
política e histórica, desilusión que incluso trepa a las escalas eclesiásticas.
El final de la película parece asociar a estas dos partes, tanto la autoridad
de gobierno como de la iglesia, ambos resultando ser cómplices que se
benefician mutuamente. Leviathan
posee también un discurso metafórico, uno que llega, por ejemplo, del paisaje
degradado que, a su vez, predice la degradación de sus mismos habitantes. Se
suma además la fuerza de su fotografía deteriorada, de tonos oscuros y
sombríos, que de paso se comunica con esa atmósfera tensa que evoca, por
ejemplo, el destino judicial que aguardan sus personajes. Hay, sin embargo, un gran
defecto en este filme. Andrey Zvyagintsev satura y a la vez desvía su drama central
al contemplar ese otro tipo de drama; el íntimo. Son los casos del hijo rebelde
o una relación extramarital. Al igual que en sus anteriores películas, el
director maquilla, sobrecarga y termina tropezando con el cliché.
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