jueves, 21 de mayo de 2015

VI Festival Al Este de Lima: Corn Island

Entre los nominados a Mejor Película Extranjera para los Oscar del 2015 estuvo Tangerines (2013), un filme de Estonia que narraba la historia de dos personajes tratando de sacarle provecho a un cultivo de mandarinas dentro de un territorio en pleno conflicto armado. Corn island (2014), de George Ovashvili, parece partir de similar idea. En esta es un anciano y una adolescente migrando a una reducida isla que les servirá como lugar provisorio para su campo de cosecha de maíz. De igual forma, los protagonistas, además de disponer de solo una temporada para sacarle provecho a esa tierra que emerge del agua únicamente en tiempos de primavera, serán testigos también del ir y venir de tropas enfrentadas. En medio del sembrío y la (aparente) soledad de la naturaleza, la hostilidad merodea, y el rumor de la violencia parece convertirse en el rutinario ruido de ambos personajes.
A diferencia de Tangerines, Corn island es menos argumental y más contemplativo, especialmente en su primera parte. Lo cotidiano toma presencia en el filme y, a medida de ese tramo, se va perfilando algo sugerente. Lo mejor de la película tiene que ver con esa intimidad frustrada de una menor. Es la femineidad expuesta de la niña que se está convirtiendo en mujer no solo en un contexto reducido, sino también en un contexto continuamente vigilado. Por un lado es su anciano acompañante, y por otro las improvistas apariciones de los paramilitares que hacen acecho por los alrededores. Ya para la mitad, la película se torna más narrativa. Un repentino visitante nuevamente recuerda a Tangerines, además del tema sobre el gesto humanitario en tiempos de guerra. El final de Corn island es el otro punto a favor del filme. Es el dramático éxito que evoca a un triunfo sobre la tierra y las circunstancias. Muy a pesar, es también el reinicio de un ciclo. Nuevamente, los personajes estarán expuestos a los riesgos de una posible tragedia.

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