Ágil y excéntrica es
lo más reciente de Bertrand Tavernier. Crónicas
diplomáticas (2013) consiste en una serie de sucesos dentro de la muy
activa agenda laboral de un ministro francés y sus colaboradores. Basándose en
una novela gráfica, Tavernier promueve la sátira en un tono cortés, es decir,
sin provocar prejuicios, sino más bien pura simpatía. Todo empieza cuando el
joven Arthur (Raphael Personnaz) ocupa un nuevo puesto en la oficina del
Ministerio de Relaciones Exteriores. Él será el nuevo encargado del “lenguaje”;
o sea, de convertirse en boca del propio ministro Alexandre Taillard (Thierry
Lhermitte) durante los cruciales encuentros diplomáticos, o, lo que es lo
mismo, de encargarse de fabricar los discursos, cartas y hasta los guiones de
los almuerzos que tendrá dicha autoridad. A partir de eso el espectador será
testigo de toda una serie de comportamientos disparatados que se desalinean al
protocolo que imaginase cualquier ajeno a la materia.
Dos actuaciones a
resaltar. Thierry Lhermitte, como el
ministro que parece tener licencia para hacer suyo las palabras y frases ajenas.
Ver al político ir y venir entre las oficinas del ministerio, es como ver
suelto a un pequeño ciclón que literalmente deja rastro por donde anda.
Lhermitte es formidable para cuando ejerce su lenguaje pantomímico acompañado
de sonidos onomatopéyicos, los cuales hasta sus más antiguos colaboradores
todavía se esfuerzan por descifrar, y esto incluso le sucede a Claude, su
secretario y brazo derecho, interpretado por un imperturbable Niels Arestrup;
esa segunda gran actuación. El personaje de Claude posee la apacibilidad y el
ajuste que el señor Ministro merece. El secretario le otorga al grupo de
secuaces (circenses) del ministro el toque disciplinado que remarca sobretodo en
los momentos más catastróficos. Esos dos personajes son el espíritu de Crónicas diplomáticas, otorgándole una
verborrea que en ocasiones desvaría y en otra resulta muy lúcida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario