miércoles, 10 de junio de 2015

5ta Semana del Cine Francés: Primer amor

Las películas de Mia Hansen-Love evocan a situaciones convencionales. Estos se inclinan a ser dramas puramente íntimos y que incluso se desarrollan en un principio con cierto letargo. El modo narrativo en el que se despliegan sus tramas es de manera secuencial. La historia de sus protagonistas es como la revisión de un calendario al que le faltan hojas, como la separación entre un entonces y el “hace algún tiempo”. En vía a esto, se percibe la fundación de un conflicto interno, uno que con el paso de las fechas ha comenzado a agudizar la fragilidad de sus personajes, a quienes veremos sufrir y, en el peor de los casos, fracasar. Hansen-Love es sin duda una de las mejores directoras en la actualidad. Su cine aspira a convertir sus modestas historias en grandes dramas o tragedias, y Primer amor (2011) no se separa de este rito. Lo que simula ser el diario de una adolescente encaprichada con un amor, se va convirtiendo en un acontecimiento perdurable, que la absorbe, la deprime, la enferma y todo simula irreparable.
La relación entre Camille (Lola Créton) y Sullivan (Sebastian Urzendowky) inicia como la de cualquier pareja adolescente. Por un lado proyecta un amor casto y puro, pero también revela un lado de debilidad emocional y hasta inestable. Son los rastros de la inexperiencia. Es la joven que abraza con total dependencia a su amante, mientras que este otro observa la posibilidad de nuevos planes y rumbos que no incluyen a su compañera. Primer amor cuenta las vivencias de Camille y sus vanos intentos por reponerse ante la repentina separación de su amor juvenil. Hansen-Love posee una narrativa que recuerda a las novelas epistolares francesas, al Truffaut de La piel suave (1964) o Las dos inglesas y el continente (1971) o a algunos personajes de los Cuentos morales de Rohmer. Es decir, la evolución emocional de un individuo en base a un tiempo o temporada determinada. El filme de la directora francesa se destina a representar la educación sentimental de su protagonista.

Más que rutas de aprendizaje, Hansen-Love emprende historias de personas cargando sus dramas internos. Sus personajes se mueven en base a sus antecedentes. El tiempo pasa, mas Camille no deja de arrastrar su pasado, que es un luto que no duda en exteriorizar. Se le ve en su radical corte de cabello, esa sexualidad que ha sido obstruida por sí misma. Es como si la nueva vida de la joven proyectara un aire reservado y conformista. Es su elección de una carrera universitaria impredecible a su personalidad, un trabajo a medio tiempo, un nuevo amor, nuevos retos profesionales. La joven ha cambiado su mundo, mas sus emociones permanecen preservadas para su amante ausente. Primer amor tiene ese engranaje de elipsis casi imperceptibles que manifiestan una temporalidad que transcurre silenciosa. Es como si Camille pareciera estar condenada a no cumplir con esa etapa de vida, pero lo cierto es que el tiempo nunca ha dejado de fluir con deprisa.
Hansen-Love elabora historias de personajes que sufren por lo irremediable. Débiles y frágiles ante las adversidades que sus antiguos errores les ha heredado. En Todo está perdido (2007) un padre vive arrepentido por el tiempo que no pudo compartir con su hija, en El padre de mis hijos (2009) una familia carga con el duelo y las deudas de un padre angustiado por una crisis financiera. Al igual que Camille, ellos fueron aspirantes suicidas. Mia Hansen-Love revisita el tema del suicidio como ese punto crítico del drama, uno que usualmente parte a sus películas en dos momentos. Pasada dicha crisis, llega la recuperación que parece reivindicar. Primer amor es una fábula sobre una mujer que sobrelleva su propio drama. No es ella, sino el tiempo el que va sanando sus heridas y frustraciones, y ya para el final, es como si todo lo ocurrido hubiera sido anécdota. Ya ni los lugares que un día visitaron juntos le recuerdan a él.

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