No se logra entender
con claridad si el comportamiento de Guillaume es síntoma de un estado edípico
o el fracaso por una hija no concebida, el egoísmo de una crianza maternal o la
represión patriarcal, o simple conducta adolescente que recién está
reconociendo su identidad sexual. Lo que sí es seguro es que Guillaume se
encuentra inmerso en una cadena de casualidades y contratiempos que lo
etiquetaron como un aspirante a la homosexualidad. Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! (2013) es como un vodevil.
Guillaume Gallienne, director y protagonista de la película, se basa en su obra
teatral autobiográfica para representar una comedia ligera que desarrolla una
variedad de situaciones en dónde el héroe será el centro de atención. Tal
parece que su fascinación y obsesión por ser vivo retrato de su refinada y
excéntrica madre, ha sido el umbral de una serie de interpretaciones que
devienen tanto dentro de su circuito familiar como fuera de este. Será además,
el origen de un viaje personal. Su inclusión temporal dentro de lugares y
círculos que, dentro de todo, son complacientes, a pesar de su carga dramática.
En Nueves meses (2013) el humor apunta a
ser una comedia chispeante, de un idioma acelerado y caricaturesco, y que
recuerda al estilo de Jean-Pierre Jeunet de Amelie
(2001), sobre todo durante la introducción del filme. En su trama veremos a una
estricta y dedicada jueza, madura y aspirante a “solterona”, quien tendrá que
lidiar con un dilema que arremete contra su oficio y su pensamiento. Luego de
escuchar que dentro de unos meses le aguarda un tan ansiado ascenso, se sabe
que no falta mucho para que se exponga esa gran disyuntiva que pondrá en riesgo
sus planes personales. El director Albert Dupondel, también protagonista de la
historia, es efectivo al momento de crear situaciones de una comicidad espontánea,
acercándose además a un humor más hollywoodense que europeo, y, para bien, sin
caer en la total dependencia de la obscenidad o lo grotesco.
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