En Cuerpo de letra (2015) hay un par de personajes
que se podría decir son los protagonistas de este documental. Lo cierto es que
el filme de Julián D’Angiolillo parece tener más una aproximación a una
película coral, en este caso inclinado a contemplar la rutina de unos “publicistas
alternativos”, personajes anónimos que divididos en tropas salen a las calles y
realizan pintas en las paredes, en sus talleres fabrican carteles que cuelgan
entre postes o en una van improvisan un estudio de grabación y la hacen de
locutores de voz. Su clientela es múltiple, sin embargo, por temporada de
elecciones políticas el negocio se concentra ahí. Es a propósito de esto que se
abre esa reflexión sobre cómo dicho negocio también se politiza, es decir, los
posibles roces que existan frente a otros pintores de muros. Cuerpo de letra no tiene mucho para
contar. Es apenas un mero deslumbramiento de parte de su director por este
mundo no explorado. Una escena a valorar es el fundido encadenado de dos tomas
en plano abierto y picado, en una noche en donde los pintores menean sus
lámparas y parecen multiplicarse entre una maraña de autopistas.
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