lunes, 15 de febrero de 2016

El renacido

Lo inhóspito es palabra clave en el territorio western, y este no solo deviene del propio contexto, sino también de los personajes que lleva dentro; desde la multitud de tribus nativas hasta los colonos establecidos y nuevos invasores. Existe, por tanto, una continua lucha territorial, además de un oficio por hacerse de los recursos naturales. A grandes rasgos, la sobrevivencia para todo tipo de residente es una constante. El renacido (2015) se apropia de estas premisas. Aquí el protagonista principal tendrá que lidiar tanto con la naturaleza como con el hombre. A la primera tendrá que subsistir, a la segunda tendrá que imponerse. En la historia, luego de ser invadido su campamento, un grupo de exploradores tendrá que internarse a un territorio natural en gran parte dominado por los indios. En su camino, Hugh Glass (Leonardo DiCaprio), guía de la expedición, será gravemente herido y luego abandonado a su suerte. Es con este acontecimiento que Glass emprenderá su lucha con el entorno y el hombre que repercutió en su abandono.
A la línea de la trama, El renacido me trae a la memoria otra western. En Río sin retorno (1954), de Otto Preminger, Robert Mitchum estará decidido en atravesar la naturaleza hostil, también infestada por las comunidades indias, a fin de aplicar venganza ante un hombre que injurió contra él y su hijo. En el filme de Preminger, el romance es el otro centro de la historia. En la película de Alejandro González Iñárritu, es el tema de la identidad. Glass es un estadounidense emparentado con los pawnee, comunidad india a la que perteneció su esposa y con quien concibió a su hijo, Hawk (Forrest Goodluck). La presencia de Hawk como parte de la expedición de recolectores de pieles será motivo de tensión frente a uno de sus miembros. John Fitzgerald (Tom Hardy) será el némesis de la historia, un hombre del que tal vez sea una antigua mutilación la que responda su aversión hacia cualquier comunidad de indios. Ya para cuando Glass sea víctima del abandono, Fitzgerald le habrá otorgado más de una razón primordial para llevar a cabo su acto de venganza.

El renacido parece confirmar su nueva afición del director mexicano por emprender filmes corales, montajes que se prestan para retratar a personajes épicos, la explotación de elementos técnicos que apelan a la agudeza de la perspectiva visual. Su filme desea ser imponente por dónde se lo vea, y esto, al igual que en Birdman (2014), inicialmente es provocador, sin embargo, es su misma pretensión la que termina por devaluar el producto. González Iñárritu es un director que ha trepado sobre una valla creativa muy alta. Su aspiración, muy a pesar, no es suficiente al momento de fijar los límites de su expresión. El director mexicano sobrecarga las bondades que pudiera tener su película al punto de convertirlos en artificios. Por ejemplo, lo que en un principio resulta ser un acercamiento al imaginario real mágico de la tribu pawnee, más adelante se convierte en una fantasía exótica explotada. Técnicamente, González Iñárritu tiene la intención por crear grandes escenas de combate, sin embargo, impuesta la cámara a un plano medio, dejando casi siempre en un segundo plano a la toma general. El director prefiere el protagonismo antes que la colectividad.
Por solo nombrar dos grandes escenas, es la lucha con una bestia salvaje y una persecución entre un solo hombre y los indios. Lastimosamente, a González Iñárritu le gana el deseo de crear ciertos actos a un nivel espectacular que terminan por inflar, por ejemplo, las mencionadas secuencias. El personaje de Glass posee una vitalidad mesiánica que hace de su aventura sea un calvario hasta cierto punto inverosímil. Al final de la película, la historia además opta por otorgar a este protagonista principal una cuota piadosa, como confirmando su heroicidad a un nivel mítico; mitad pawnee, mitad estadounidense. Así como en el final de Birdman, Alejandro González Iñárritu convierte a su héroe en una especie de “elegido” que poco le falta para gravitar cual monje tibetano alcanzando la máxima sabiduría.

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