lunes, 8 de febrero de 2016

Festival de Rotterdam: As I open my eyes

Este año Festival Scope dio acceso a algunas películas que fueron programadas en la reciente edición del Festival de Rotterdam. En los siguientes días, comparto críticas a las mismas que podrán verse hasta el 14 de este mes, previo pago. Esto es posible gracias a Cinencuentro, media partner de Festival Scope.

La rutina de Farah (Baya Medhaffer) consiste en salir por las noches con algunos amigos, asistir a bares, beber unas cuantas cervezas, y luego cantar junto a su banda de músicos. Nada raro para una adolescente que acaba de terminar la escuela y aspira además a estudiar Musicología. Muy a pesar, el desencaje ocurre en que la vida de esta joven se desenvuelve en Túnez antes del 2011. Es decir, para cuando dicha nación todavía se encontraba “atada de manos” producto de una dictadura. As I open my eyes (2015), si bien se desarrolla a vísperas de la llamada “Revolución de los Jazmines”, puede ser asumido como un testimonio que pudo haber acontecido décadas atrás. La ópera prima de la directora Leyla Bouzid emprende una historia que sintetiza un reclamo social que por años se ha venido inflando y reprimiendo debido a la coacción propinada por un gobierno opresivo. Lo que le sucede a los personajes de este relato no es más que una insatisfacción compartida por sus generaciones vecinas.
As I open my eyes no es una historia sobre militantes o jóvenes excitados por fundar un frente político. Tampoco es un filme que toma por centro a la sociedad púber llena de vitalidad e intervención social (acción que de hecho aconteció y fue crucial para la Revolución). La película de Bouzid no está a la línea de varias películas que, por ejemplo, haya realizado Phillipe Garrel. Sin embargo, no deja de ser un filme claramente comprometido. Farah, entre cosquillas y caprichos juveniles, va manifestando un desencanto para con la coyuntura que le tocó vivir. El veto a la cultura, el machismo, la represión tanto maternal como social. Todo esto de momento parece ser un campo minado para esta adolescente que ahora se encuentra en vía de transición hacia el verdadero mundo del que seguro ya tenía en cuenta, solo que de pronto ha comenzado a volverse una agresión cada vez más personal y directa para ella.

Frente a esto, Farah camina sin reservas. Su personalidad es auténtica incluso para cuando las personas que más ama reprueban lo que canta o cómo baila. He aquí un ejemplo de cómo ir construyendo un concepto o comportamiento político, sin la necesidad de formar un partido o convertirte estrictamente en un político. Farah pareciera haber aprendido por sí sola a dejar fluir su carácter rebelde e inadecuado para las normas de la Dictadura. En referencia a esto, es importante la presencia de la madre de Farah, símbolo de una generación frustrada. Lo que la hija hace en ese momento por propia autenticidad, en un pasado la madre lo hacía por compromiso firme. Es como si esa desaprobación hacia el gobierno le hubiera sido heredada a Farah, esto a pesar de que su madre continuamente intenta persuadir a su hija deje de difundir una protesta a través del canto. En As I open my eyes no vemos cómo la Dictadura cede ante el rechazo colectivo de toda nación. La película de hecho va cerrando con un sentimiento áspero. Leyla Bouzid, sin embargo, transforma esto en una lección para la memoria y pone como punto final un mensaje lleno de coraje en pos de una buena causa. “Sigue”; dice la madre.

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