Una reunión familiar
está por llevarse a cabo. Los miembros van llegando de a pocos. La idea es congregarse
en la casa de los padres. Hay un aire de reencuentro, es decir, de que algunos
de estos miembros no se han visto desde hace algún tiempo. En tanto, se
manifiesta una ansiedad ¿Es una ansiedad buena o una ansiedad mala? La
respuesta parece revelarse con la aparición de Cedric (Thomas Blanchard), el
único hermano (de tres) que ha permanecido viviendo bajo el techo de los padres.
Su imagen depresiva, que mezcla entre lo suicida y lo desquiciado, será la
principal excusa para que esta reunión no tenga un agradable desenlace. Préjudice (2015), de Antoine Cuypers, es
un filme sobre la invasión íntima a una familia. Como en Celebración (1998), de Thomas Vinterberg, o la más reciente Agosto (2013), de John Wells, una mesa
familiar simulará ser un ring de tensiones en este filme belga. En
consecuencia, viejas y recientes frustraciones saldrán a la luz.
A diferencia de los
filmes citados, Préjudice no se entra
en rodeos. La sola presencia de Cedric, un adulto perturbado y obsesionado con
un viaje en solitario, predice la catástrofe. Su imagen desaliñada es punto de
inflexión entre la tan coordinada y aparentemente correcta familia que parece
exigir ese retrato establecido dentro de la normalidad. Cedric de este modo
será el causante de una reunión en crisis, algo que no solo provoca a través de
su físico, sino también a través de sus intervenciones o cuestionamientos que
parecen apuntar a un mensaje insidioso. ¿Es acaso Cedric la “oveja negra” de la
familia, un orate o un simple “incomprendido”? Es de esta forma que va
tomándose sentido el título de la película. La idea de un prejuicio ante el
espectador y los otros personajes que son conscientes de que solo es cuestión
de tiempo para que Cedric logre captar la atención mediante su personalidad que
a todos les es “familiar”.
Préjudice es un filme villano. Para el final de la película nos habremos enterado
que, en distinción a los filmes de Vinterberg o Wells, aquí no existen
secretos. La vergüenza familiar fue algo que nunca se ocultó. Cedric, quien
empezaba como agresor, termina como única víctima. Las formas cómo se
desenvuelven los hechos a través de la reunión puedan ser predecibles, sin
embargo, su cierre, claramente expuesto por la matriarca de la familia, no lo
es. Es esto mismo la que lo vuelve una historia perversa, en donde la impunidad
colectiva es clara y recae además en todos los miembros de la familia, incluso
en la figura del padre. La película de hecho inicia con Cedric y el padre
acicalándolo. A lo largo del relato es claro ese apego entre estos dos
personajes. Sin embargo, es también claro que existe un efecto de redención del
padre, tal vez por una castración provocada por la matriarca, la cual nunca
pudo frenar. La historia de esta familia es como una tempestad, algo irreversible
y que moja a todos por igual, tiñendo además de sordidez los ambientes tan bien
representados por Antoine Cuypers. Se respira tragedia en esa atmósfera.
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