Un trío de personajes
partirán rumbo a una inusual misión. Ellos tendrán que recorrer muchos
kilómetros para devolver un reloj a su abuela; un reloj que de paso no
funciona. The garbage helicopter
(2015) es un relato adiestrado por un humor sobrio y sustentado por acciones y
situaciones que no encajan del todo con la lógica, convirtiéndolo a su vez en
un filme absurdo, monótono pero que no deja de provocar curiosidad. El director
Jonas Selberg debuta con una película que a primera vista trae a la memoria
otras películas o directores. Lo realizado por este creativo sueco es un cine
que reúne herencias distintas y hasta dispares. Obvia es su referencia a Jim
Jarmusch y su Stranger than paradise
(1986). Al igual que en este filme, la historia de Selberg, además de tener una
fotografía en blanco y negro, es una road
movie desmitificada. Aquí sus protagonistas no evolucionan ni maduran. Es
decir, siguen siendo los mismos al final de su viaje. Hay también otros guiños,
desde los vestuarios hasta los orígenes no oriundos de sus personajes.
Ahora, lo que me
interesa más son las herencias fílmicas locales. Selberg parece influirse en el
cine de su compatriota Roy Andersson. El absurdo es vital en la fílmica más
reciente de Andersson. Sus filmes además contienen un peso histórico que influye
en la representación (burlesca) del imaginario sueco actual. En The garbage helicopter, de igual forma,
hay una breve radiografía a una parte de la comunidad sueca y sus precedentes
contemplada desde una mirada irracional. Para ello, Selberg prefiere remitir su
historia desde la mirada de tres personajes de raíces gitanas. De esta forma se
hace una visión crítica en referencia a la historia sobre la discriminación
étnica, en este caso, hacia una comunidad que parece desencajar ante la
conciencia sueca y, por qué no generalizarlo, europea. La ruta de los
personajes se vuelve así como una especie de mapa de visita a una feria, en
donde individuos de paso o esculturas gigantescas manifestarán un excentricismo
local.
En otras situaciones
vemos también a los mismos viajeros lidiando con una enajenación lingüística
promovida por los “oriundos”, quienes prefieren dirigirse a los gitanos
mediante una lengua extranjera a manera de desterrarlos de sus orígenes. En
otra premisa también global, The garbage
helicopter reflexiona en base a los traumas históricos, a propósito de una
visita a un museo del Holocausto, o la trascendencia artística, para cuando el
trío se cruza con un par de ladrones de pinturas, los cuales han ultrajado el
arte. Se emerge una necesidad por cuestionar esos errores e incluso la poca
valoración histórica que pesa sobre Europa. Por último, y como buen sueco,
Jonas Selberg hace espacio para uno de los grandes mentores del cine. De Ingmar
Bergman, The garbage helicopter ha
heredado una secuencia sobre un sueño. No es gratuito que el sueño lo tenga una
mujer madura, quien en su visión ha observado como la exclusión social ha
trepado a su inconsciente. Lo seguro es que los tres nietos viajeros no hayan
atendido nada de esa alucinación, lo que abre otra brecha figurada como una
reivindicación ante lo obsoleto. La abuela entendida como un reloj que se creía
descompuesto, pero que sin embargo sigue siendo parte del tiempo al seguir
dando la hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario