Lo atractivo de No es mi tipo (2014) es que vemos
desarrollar una historia de amor en dos idiomas, a consecuencia de la
naturaleza de los implicados. Aquí los amantes son un filósofo y una peluquera.
El primero es un citadino con grandes pretensiones académicas; la segunda es la
habitante de una localidad rural asociada a una rutina mesurada. A medida de
esto, vemos el relato romántico bifurcándose. Por un lado, inclinándose a un
romance cerebral y afrancesado; mientras que, por otro lado, haciéndose una
evocación al romance edulcorado como el que impartiría cualquier adaptación en
Hollywood. Mientras que un perfil de la trama intenta explicar la personalidad
de Clément (Loic Corbery) mediante un lenguaje discursivo y subjetivo, el otro
perfil hace lo mismo por Jennifer (Émilie Dequenne) mediante un lenguaje común
y objetivo. Clément habla del amor en base a lo que piensan sus héroe
filosóficos; Jennifer hace lo mismo en base a lo que dictan las letras de sus
canciones pop favoritas.
No es mi tipo ata estos dos dialectos. El director Lucas Belvaux, citando
las palabras de Jennifer (la de nombre tan estadounidense), realiza un “filme
francés para disfrutar con palomitas de maíz”. En este sentido, la película
tiene esa lógica de crossover; el
encuentro de dos mundos distintos, pero que por cosas del destino se unen en un
mismo universo y funcionan, aunque provisionalmente. Este filme romántico no
apela a una lógica ying yang sobre
personas complementándose. Aquí no solo hablamos de personalidades distintas,
sino también de personajes asociados a un lenguaje distinto. Curiosamente, los
momentos en que contemplamos a la relación en armonía es para cuando uno de
ellos invita al otro a su mundo. Muy a pesar, nada de esto es de forma
definitiva. No es mi tipo por
momentos padece por culpa de esa misma volubilidad; sin embargo, sus personajes
logran conmover, especialmente para cuando actúan por separado.
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