Harto de una herencia
impuesta, un treintañero decide hacer pública su renuncia a su religión. El apóstata (2015), del uruguayo
Federico Veiroj, es el retrato de un hombre estancado bajo sus propios
conceptos. Estos han generado en su vida una serie de eventos desafortunados;
su represión a un amor imposible, convertirse en anticuerpo de algunos que
conoció en el pasado, la imposibilidad de concretar cualquier actividad operada
por la sociedad o cualquier adoctrinamiento con el que difiere. Su afrenta a la
religión sería en todo caso el adorno que corona todos sus antecedentes como
inconformista. Veiroj para esto acude a un idioma cómico entonado por una banda
sonora por momentos caricaturesco, como dando integridad que estamos tratando
con sujeto irreflexivo y apasionado por las pataletas, convencido de su propia
perorata, tal vez factible aunque “quijotesco” en un mundo de resignados. El apóstata tiene momentos logrados (un
paseo entre desnudos, ciertas elipsis), pero queda corto de creatividad
argumental.
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