domingo, 7 de agosto de 2016

20 Festival de Lima: Eldorado XXI (Competencia Documental)

Artículo publicado durante su proyección en la reciente edición del Festival de Berlín.

En el documental Workingman’s death (2005), el director Michael Glawogger viaja a una serie de países en busca de algunos trabajos más extremos que pudo haber inventado el hombre. Si bien dichas rutinas laborales son interpretadas como actividades sostenidas bajo condiciones dramáticas, para sus practicantes, estas mismas están asimiladas e impuestas bajo sus situaciones y propio contexto. Dicho esto, además de enterarnos sobre el despliegue de ese tipo de faenas salariales, a través de este documental también iremos comprendiendo esos imaginarios sociales acondicionados a esas misiones extremas en cuestión. En vía a esto, Eldorado XXI (2016) es un documental que hubiera fascinado a Michael Glawogger, director que hace algunos años partió de este mundo dejando en su haber otros documentales que, de igual forma, abordan esa labor antropológica sobre el historial laboral actual humano. Existe, sin embargo, un modo de tratamiento distinto que convierte al documental de Salomé Lamas en un estudio que profundiza en el conocimiento a una comunidad, a propósito de una labor extrema.
Eldorado XXI se inicia con un plano fijo postrado en la cresta de una pedregosa montaña. En imagen, vemos una doble hilera de mineros en plena faena. Unos regresan y otros marchan a una de las tantas minas localizadas en La Rinconada (Puno), ciudad considerada como una localidades con mayor altitud en el mundo. Son cerca de las 6pm. El atardecer se hecha a un costado y la noche va tomando presencia. En paralelo, voces en off nos irán localizando al contexto. Una serie de personajes dará en manifiesto sus experiencias y creencias en relación a lo que viven, o lo que se está viviendo, en dicha comunidad. En esto consiste solo la primera parte de la película. El documental se va construyendo en base a la oralidad. Lamas aglomera diversos testimonios de los pobladores en La Rinconada y, mientras tanto, el desfile de mineros no cesa. Es como si la imagen de fondo consolidara esa gran razón del porqué todas esas voces, y muchas más, se encuentran en ese espacio retirado.

Es en esta primera fracción que el filme se perfila a una visión antropológica. El inicio de un primer testimonio sobre la llegada de una pareja a ese lugar desconocido, lleno de rumores, sueños y fracasos, y en donde el progreso y las oportunidades son una suerte de quimera, remonta a esa necesidad humana por expandir un conocimiento mítico, el cual no solamente se manifestó siglos atrás en el territorio sudamericano (de ahí la alusión a “El Dorado”), sino también halló sus propias versiones en continentes como África o Asia, sea por los tesoros perdidos de los egipcios o los enterrados junto al cuerpo de Genghis Khan. Eldorado XXI parte desde una premisa en donde toda comunidad parece ser producto de una motivación; parte real, parte invención. Tanto la materialidad como las creencias, son primordiales para fundar una sociedad. Entonces, es a continuación de ese primer testimonio que se van revelando todas esas implicancias que provoca toda comunidad emergente: la estructuración social, un orden público, los bandos políticos, la religión, la preservación y adopción de nuevas costumbres.
En una segunda parte, el filme vira a una contemplación etnográfica. Es la cámara registrando las rutinas de los mineros de la comunidad de La Rinconada. Hay un apego especial por retratar las costumbres y tradiciones, la cual trasciende de la herencia milenaria de los primeros pobladores que surcaron los Andes peruanos. La fílmica de Salomé Lamas (Golde dawn; A comunidade;  Encounters with landscape) parece manifestar una fascinación por los espacios explorados por pocos, en donde además se fundan creencias y hábitos. Eldorado XXI pueda engendrar en un principio un nuevo prejuicio sobre el exotismo, sin embargo, a medida que el filme y sus protagonistas van comunicándose, impulsados por sus dogmas, logros o carencias, se va proyectando un modelo de sociedad que no es ajena a las dinámicas y realidades de los espacios urbanos. Así como en Workingman’s death, Michael Glawogger no se limita en observar el lado trágico de ciertas realidades laborales frágiles, sino que también revela un vínculo humano en referencia a un optimismo  latente que apunta a la superación personal-comunitaria.

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