domingo, 14 de agosto de 2016

20 Festival de Lima: Elle (Imprescindibles: Las del 2016)

Elle (2016) inicia con una escena sexual, violenta, repulsiva, pero, ¿es acaso un evento dramático? Se podría decir que Paul Verhoeven abre su filme con un discurso del shock; es decir, existe una fuerte carga enérgica, y además acontece con prisa, al menos lo suficiente como para obstruir el gesto dramático y dejar al espectador con un sentimiento de impacto y confusión ¿Qué paso? ¿Quién es la víctima? ¿Quién el agresor? Y recién para cuando se digiere lo acontecido, o sea, para cuando nos alineamos al terreno de lo real (pues fue un quiebre de la realidad lo que sucedió) y estamos dispuestos a dramatizar los hechos, reconocemos que algo no encaja. Por motivo extraño, la protagonista, víctima de la agresión, luce con un carácter habitual. No hay reconocimiento de congoja, represión o cualquier aproximación de un comportamiento sintomático ante ese personaje, quien más bien se maneja con total naturalidad ante su entorno y los que lo rodean. Una vez más, confusión.
Verhoeven retorna a sus raíces que crecieron durante su época inicial en los Países Bajos, haciendo referencia a filmes como Delicias turcas (1973) o El cuarto hombre (1983). Sus películas entonces emprendían una prédica de la trasgresión, tanto en su dramática, en su línea de conflicto, su introducción a lo políticamente incorrecto. Sus historias y personajes emulaban a “balas perdidas”. Era un ir y venir de situaciones y emociones impredecibles que hacían de su cine tenga un ritmo dinámico, no dejando de ser provocativo y (sobre todo) sugerente. Sus temas aludían a la perversión, y, en efecto, Elle se sostiene bajo ese perfil. Aquí recocemos a personajes que quiebran el comportamiento de la “corrección humana”. Esto los convierte en sujetos deplorables, aunque con un encanto lúdico. Es como si la irracionalidad de las acciones que iremos viendo se impusiera al orden de lo cotidiano, a pesar del absurdo, y de pronto todo comienza a reconocerse como una mascarada, un espectáculo cómico en donde la moral es pisoteada y lo obsceno pareciese haberse establecido.

Michelle (Isabelle Huppert), una importante ejecutiva de juegos de videos, luego de un acto violento, sigue con su rutina. Existen trazos postraumáticos, muy a pesar, más llaman la atención ciertos hábitos de la mujer, además de esos otros personajes que, de igual forma, lucen hasta cierto aspecto estoicos ante el suceso o las mismas marcas de la agresión. Existe un juego del egoísmo en todo esto, algo que la misma Michelle evoca con maestría y total vileza. La filmografía de Verhoeven siempre ha tenido esa inclinación por convertir en centro maligno a la mujer. Ellas (elles), sus personajes femeninos, son de naturaleza acaparadora y pérfida, en casos hasta más que los personajes masculinos. Ellas incluso parecen ser estimuladoras de los conflictos masculinos. Ocurre en Delicias turcas, en El vengador de futuro (1990) o Bajos instintos (1992). En Elle, ellas asumen de igual forma un carácter que incita a "sus hombres" al desafuero, a la infidelidad, al masoquismo. En esta película, las protagonistas principales son las mujeres, y los hombres están girando en el entorno de las mujeres.
Se podría decir que en parte existe una postura machista que, por ejemplo, cita los dictados del Génesis, sobre la mujer estimuladora del pecado; sin embargo, está también esa otra perspectiva de un falocentrismo derrocado. Lo vemos en la mujer como figura de autoridad, tanto laboral como doméstica. En tanto, el hombre se comporta con sumisión. La docilidad y la maternidad femenina son ideas enterradas en esta historia. Cualquier dolencia coyuntural sobre la mujer como víctima dentro de esta ficción es inexistente. Isabelle Huppert es formidable y desbordantemente sensual. Como el Joker, es un agente del caos, juntando a ex esposo, amante y futuro amante en una mesa la noche de Navidad. Paul Verhoeven realiza una película irreverente, como en los viejos tiempos, digno de los de su generación, como Brian De Palma o David Cronenberg, a quien parece hacerle un tributo.

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