A diferencia del filme
de John Sturges, la nueva versión de Los
siete magníficos (2016) no se dedica a alargar secuencias independientes para
cada uno de sus personajes, algo que de hecho es el “talón de Aquiles” en la
película de Sturges. En el guión de Antoine Fuqua la presentación de sus siete
es puntual, salvo alguna excepción. Mencionar, sin embargo, si una es mejor que
la otra; las dos hacen lo suyo. Ambas películas están sometidas a los clichés
argumentales y estereotipos correspondientes a sus coyunturas del cine
comercial. Caso el de Fuqua, arma un equipo conformado por una variedad de
razas y antecedentes.
Está el mexicano tejano, el hombre negro en busca de venganza, el ex confederado huyendo de sus fantasmas, el asiático de los cuchillos, el tipo ladino y galán, el viejo y ex cazador de indios y el indio desterrado (quien es adoptado al grupo de una forma curiosa; casi maternal. Me pregunto si le habrán comentado que había un botín). Al grupo se suma un octavo; una viuda también en busca venganza. Es decir, nadie queda fuera; y eso a pesar que más de uno tiene las razones suficientes como para matar a otro de los miembros. La nueva Los siete magníficos apela a una sociedad abrazando a un consenso forzado en tiempos del salvajismo. Por lo resto, es casi lo mismo.
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