El quiebre entre lo
real y lo ficticio se manifiesta de principio a fin en la película de Nathan
Silver y Mike Ott. ¿Qué es lo que provoca esto? La exposición de los mismos directores
ante la lente. Este exhibicionismo, en tanto, asume a los autores como parte de
una realidad inventada, como también que lo representado no es más que un
registro alterno de lo que será el filme; un plan cinematográfico que, por
cierto, irá virando en su intención inicial a medida que avance. Actor Martínez (2016) inicia con una
sociedad: Arthur Martínez quiere ser el protagonista de una película que pueda
ser dirigida por Silver y Ott. La idea es que la historia se base en la
biografía de este técnico en computadoras, quien, además de presentarse como productor
de películas, se jacta de ser un prolífico actor de filmes que, lastimosamente,
no lograron éxito comercial.
Actor Martínez es una travesía improvisada de los directores por crear una
trama en base a este personaje, que poco o nada tiene que contar. Tanto Silver
como Ott coinciden en que es preciso hurgar, o hasta falsear, un conflicto que
pudiera dar alas a este proyecto que parece no tener uno. Curiosamente, es ahí
en donde germina el conflicto de la película: la búsqueda de un conflicto que
va desinteresándose en la vida y personalidad de un sujeto fanfarrón y aburrido
que afirma no ha llorado desde su infancia. Actor
Martínez va descubriendo de esta forma el rostro avasallante, y hasta
ligeramente tiránico, de sus directores que van en busca de lo elemental en
toda película de aspiración comercial. En respuesta, los actores, el mismo
Martínez y la que hará de su supuesta pareja, se verán engañados, presas de un
proyecto que ya no les corresponde más que a los creativos. Una ligera idea de
lo que pudieron experimentar actores bajo el dominio de directores como Luis
Buñuel o Elia Kazan. Actor Martínez
es también una tesis del proceso creativo de un filme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario