En la película de Ari
Maniel Cruz observamos a un personaje conflictivo a propósito de su edad y su ambiente
disfuncional. A puertas de la adolescencia, Carmín (Miranda Purcell) se
encuentra en la cumbre de la rebeldía, animosidad que se intensifica a
consecuencia de los lazos escindidos ante una madre que la desampara y una
abuela con quien no mantiene una buena relación, a pesar de ser este familiar
la única que la cuida. La llegada del padre, sin embargo, será un cambio que no
solo le otorga un nuevo aire emocional al entorno de la niña, sino que además
comienza a alimentar su curiosidad de púber. Antes que cante el gallo (2016) en cierto modo puede ser un relato
ambiguo que evoca a un “complejo de Electra”, muy a pesar, su director desea
llegar más allá del retrato sobre el descubrimiento sexual de una adolescente.
Este filme
puertorriqueño es más una travesía la cual va hurgando y provocando el
personaje de Carmín. Su necesidad y su curiosidad de pronto comienzan a
descubrir ciertos temas o eventos que forman parte del imaginario coyuntural de
ciertos espacios en Latinoamérica, tal como la migración o el fanatismo
religioso. Pero están también otros temas universales. Es el propio descubrimiento
sexual, familias disfuncionales, la violencia. No hay razón para atribuir a ese
contexto rural como gestor de aquellos eventos. Simplemente estos acontecen
dentro de la realidad que le tocó vivir a Carmín, quien es presa de la rabieta,
el instinto, la provocación y el deseo de seguir mirando cuando no debe. Antes que cante el gallo está destinado
a ser una historia de aprendizaje. Para el final, las cosas siguen igual como
en el principio. Sin embargo, todo es tan diferente.
Antes que cante el gallo podrá ser vista hasta el 20 de febrero en la
plataforma de Festival Scope: http://bit.ly/2k4YURF
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