miércoles, 17 de mayo de 2017

Alien: Covenant

Luego de la decepcionante Prometeo (2012), Ridley Scott se empeña por rememorar el modus operandi del antagónico de su saga. Alien: Covenant (2017) es un retorno a las expediciones espaciales que desatan una cacería laberíntica, a propósito de ese “pasajero” imprevisto. Lo motivador también es que su director no ha desechado su intención por adicionarle a la trama un argumento metafísico, algo que se veía ampliado aún más en su precuela, en donde hace consulta sobre el origen del hombre. En esta nueva historia, el “Covenant” viaja por el espacio en busca de un planeta que pueda ser colonizado por los cientos de habitantes que transporta la nave. Una desconocida señal será el anzuelo para que la tripulación desvíe su atención a un lugar virgen y que este se convierta en el área apropiada para fundar una nueva sociedad humana.
Como sucede en algunos clásicos del género de terror sobre personas naufragando en islas inhóspitas, la tripulación del “Covenant” llegará a un desconocido, aunque familiar mundo. Ni el hostil clima ni los vestigios de una antigua población los hará cambiar de parecer, de que se encuentran en el lugar indicado para emprender una conquista terrenal. Los planes se desbaratarán apenas acontezca el primer signo de amenaza. Entonces, y a pesar de que han encontrado un anfitrión de ese planeta que pueda salvaguardarlos, el grupo de humanos deseará escapar de aquel terreno que comenzará a interponerles severas complicaciones. Para cuando Alien: Covenant exponga al gran némesis de esta trama, es decir, al amo que soltó al perro, será inevitable no relacionarla a El malvado Zaroff o La isla de las almas perdidas (1932), ambas películas sobre extravíos a espacios exóticos vigilado por un ermitaño, un personaje vil y obsesionado, un científico loco.

Existe una conexión directa entre ese enemigo y la trama de Prometeo. Es a partir de dicho antecedente que se renace y estimula un nuevo cuestionamiento metafísico, esta vez haciendo consulta a los límites de la creación, asunto que se plantea en el inicio del filme, un prólogo en donde creador y creación se reúnen y conversan sobre los roles de cada uno. Será pues el síntoma de desencanto que originó dicha entrevista la que se verá patente en el contenido de Alien: Covenant. Vemos así a un personaje víctima del resentimiento con una raza creadora. Existe todo un alegato que sustenta el malévolo plan del enemigo de esta historia, ello contemplado en la charla que este tiene con otro personaje con el que resulta tener un cordón filial, aunque en verdad sean los dos esencias distintas. Como Jekyll y Hyde, uno de ellos es prueba del fracaso del creador; y de ahí que resulte consecuente la venganza que prepara esta creación fallida.
Alien: Covenant se divide en tres partes, siendo la última la que hace memoria al Alien (1979) original. Es el monstruo revelado, aquel que comienza a dar cacería a lo que queda de la tripulación. Ya apartado de lo especulativo, Scott define otro tipo de suspenso y terror, rúbrica que a partir de aquí sí se distingue de los filmes más antiguos en donde los protagonistas optaban por escapar. En el final de su película la alternativa es única, a propósito del encierro inminente: enfrentarse al forastero. Es la firma de una generación menos antigua; la de Steven Spielberg o la de John Carpenter, y la que obviamente también pertenece Ridley Scott, una vez más reivindicado.

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