martes, 30 de mayo de 2017

Semana del Cine Francés: Ni el cielo, ni la tierra

Lo interesante en la ópera prima de Clément Cogitore es cómo se construyen las ásperas fronteras entre los bandos que coinciden en un mismo territorio, para después verse disueltas, a propósito de un evento insólito que inquieta a todos por igual. Desde su principio, Ni el cielo ni la tierra (2015) funda la desconfianza, sea por la naturaleza antagónica o a causa de la sospecha. Referente a esta última, se despierta esa cuestión de averiguar los verdaderos roles o intenciones de cada parte. ¿Son acaso los soldados franceses los “salvadores” o los eternos colonizadores de este lugar?; es lo que nos preguntamos para cuando la compañía del capitán Antares (Jérémie Renier), a pesar de su condición de extranjero, insiste en imponer las reglas territoriales. ¿Son los pobladores de la localidad los que están promoviendo una ofensiva silenciosa?; nos preguntamos a la desaparición de dos de los miembros franceses que hacían vigilia en un perímetro que colinda entre un pueblo y el puesto militar francés.
Ni el cielo ni la tierra plantea a un agredido desorientado ante la “presencia” de un enemigo invisible. ¿Por qué desaparecen los soldados? ¿Quién es el culpable? Cogitore, en lugar de responder, estimula la confusión, por ejemplo, a través del contexto en donde todo el alrededor es solo roca. Precisa es la escena en que un grupo de talibanes rebela un camuflaje vulgar, aunque insólito para la habilidad de los franceses. Es también la oscuridad que asume un rol importante, en donde los utensilios militares responden inútilmente mediante panoramas difusos que generan alucinación y confirman la irrealidad. Ya asentada la neurosis, lo inevitable se revela incluso a la luz del día, ante los ojos de eso que, como diría un niño que habita por las cercanías, “algunos no son capaces de ver”. Ni el cielo ni la tierra se inclina al suspenso, luego al terror –en orden a “eso” desconocido– y finalmente al plano de la metáfora, en donde las creencias y los sueños reclaman a manera de concientizar. Clément Cogitore promueve un mensaje antibélico partiendo de esa no correspondencia territorial.

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