jueves, 1 de junio de 2017

Semana del Cine Francés: Tempestad

Texto corregido del original para Venice Sala Web.

Pocos son los dramas que logran motivar la sensibilidad a través de una mirada que se libra de la puerilidad dramática. Tempestad (2015), del director Samuel Collardey, es un claro ejemplo de ello. La historia de un padre y sus complicaciones en relación a sus lazos familiares y laborales se despliegan con honestidad y sin maquillaje alguno. El drama en este relato no apela a lo trágico ni tampoco al milagro provocado por algún efecto Deus ex machina. Los sucesos que ocurren son producto de las circunstancias y no de malas jugadas del destino. Todo lo acontecido está en base a un razonamiento natural. Son cosas que pasan, y nada más. La vida de Dom (Dominique Leborne), un marinero de un barco pesquero, se verá interrumpida por el prematuro embarazo de su hija de apenas dieciséis años. En paralelo, tendrá que lidiar además con la renovación de la custodia de esa misma hija y un segundo.
Tempestad se inicia con una introducción a la historia. Es el antes en la rutina de Dom. Es su retorno luego de estar internado por semanas en el altamar. Lo veremos recoger a sus dos adolescentes hijos. La camaradería entre ellos se trasluce a primera vista. Hacen fiestas, miran películas, duermen juntos. El ambiente es de fotografía. Tiempos de calma atraen tiempos de tormenta. Al regreso de una nueva faena laboral, Dom se encuentra con esa nueva noticia. Su hija lleva cuatro meses de embarazo. Hay además un riesgo en la salud del niño en concepción. A esto se le suma la posible pérdida de custodia de sus hijos ante su ex esposa, una de la que se interpreta no ha sido muy maternal durante la época en que eran una sola familia. El marinero tendrá que ajustar entonces sus horarios, evaluar un nuevo proyecto de trabajo a fin de atender sus responsabilidades filiales. Los retos se asumen con optimismo. Es la benevolencia de un padre sostenido por una confianza ante un posible fracaso.
Tempestad despliega la imagen de un hombre emprendedor. A medida que se va esforzando por planificar su nueva vida, ciertos percances lo irán frenando. Muy a pesar, para un camino existen otros más. Collardey define este drama personal mediante la historia de un personaje que es constante. Hay una honra y tributo al compromiso paternal. Ello no necesariamente se define por las acciones finales, sino por las intenciones que se llevan a cabo. Tempestad modela los gestos de humanidad, más reduce lo dramático. Para los momentos de desesperación o fracasos no habrá un padre perdiendo los estribos ni tampoco unos hijos reclamándole con bravura. Existe incluso una historia de amor que a Samuel Collardey no le interesa convertirlo en un melodrama. El filme, en su lugar, prefiere contemplar las etapas. Son las idas y venidas, los altibajos del que nadie está libre. En ese sentido, el optimismo y la dignidad nunca son derrocados.

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