miércoles, 12 de julio de 2017

Electric dreams

Una película para el rescate. "Electric dreams", de Steve Barron, debe ser incluida a alguna lista de los filmes que mejor describe a la década de los 80; época de transición y de gran personalidad cultural. Sus primeros minutos tienen un ingenio hilarante. Es el protagonista principal desorientado en la revolución tecnológica, disponiéndose una perspectiva de la humanidad puesta en ridículo, aislada a un mundo alterno que, sin darse cuenta, lo deshumaniza. Es decir; es un espejo de nuestra actualidad. Pero hay más...
A propósito de su trama, "Electric dreams" va remontando géneros. Es una comedia romántica que tiene de ciencia ficción y fantasía, descendiendo al drama. Tiene incluso una etapa siniestra, haciendo sutil guiño al clásico robot de Stanley Kubrick y otras versiones de la tecnología perversa. El filme de Barron es además precedente de "Her", de Spike Jonze, sobre la I.A. (Inteligencia Artificial), una mente cibernética elevada "razonando" con algo tan complejo como es el amor.

El amor es centro de la historia. Los dos modos en que el amor se desplaza son de gran atractivo reflexivo. Primer modo: ¿Qué es el amor? Segundo modo: la atracción sexual y el amor son cosas distintas. Parece decirse; uno es consecuente del otro. Curioso cuál es el personaje que se apropia de ese segundo modo. Hay una necesidad por desmitificar los roles/comportamientos de género y cómo las relaciones íntimas se despojan por fin del conservadurismo de los 60. El amor libre en ese universo es realidad, sin necesidad de incluir alguna escena sexual.
Por último, es una película que está a la línea de las pautas de la contracultura. La música, la televisión. Hay un culto al mash-up (una increíble escena en donde Tchaikovsky es ultrajado de manera exquisita), a los videos musicales. Me la imagino aburrida para el espectador de aquel entonces; muy coetánea. Hoy (quiero imaginarme) generando un sentimentalismo distinto, de una gran carga nostálgica. Precisa la letra del tema principal del filme, Together in electric dreams. Una canción de despedida, pero también de perduración, de una época que ya pasó, aunque inolvidable.

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