sábado, 5 de agosto de 2017

21 Festival de Lima: La novia del desierto (Competencia Ficción)

El problema con la ópera prima de las directoras Cecilia Atán y Valeria Pivato es que su historia tarda en madurar el eje central de su película. Además de sus planos generales, lo estimulante de La novia del desierto (2017) es la relación entre los dos protagonistas principales, y no el retrato en solitario de Teresa (Paulina García), sobre su vida como empleada doméstica, la cual provoca una serie de flashbacks que resultan innecesarios y hasta redundantes. Es esa continua obstrucción la que aplaza y acorta el gran atractivo: Teresa conoce al Gringo (Claudio Rissi) y algo se va gestando.
Sin tanta complicación argumental, ambos personajes coinciden y comparten una misma ruta. Es la hermética y asustadiza Teresa y el hablantín y bonachón Gringo. Blanco y negro y colores comienzan a adquirir química. Podríamos suponer incluso que hasta los antecedentes son efímeros complementos, desde el abandono de un hogar hasta la revisión de un álbum de fotos. La novia del desierto quiere ser una anécdota mística, a propósito del inicio y final, pero es más una anécdota humana, tierna y cálida. Una escena que destaca: la de un baño. Instante romántico y erótico.

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