De la niñez de Rory O’Neill
en el conservador condado de Ballinrobe a la aprobación del matrimonio
igualitario en Irlanda. La reina de
Irlanda (2015) abre con la biografía del reconocido drag queen de nombre “Panti Bliss” para encarar con un evento
crucial en la biografía irlandesa. La historia de un individuo es motor para el
cambio de una historia más amplia, empeñada a la construcción de una identidad,
la búsqueda de la igualdad y el saneamiento de los prejuicios sociales dentro
de una nación. El director Conor Horgan retrata de forma cronológica el nacimiento
de un artista y, posteriormente, el de un activista.
Su documental, a pesar
de establecerse en un contexto que tradicionalmente promovió feroces ideas conservadoras,
no exprime el lado pueril e inmediato de la homofobia. La reina de Irlanda no se ve en la necesidad de narrar testimonios
infames que recayeron contra la comunidad gay –pues es principalmente a este
género a la que se enfoca–, sino se pone a contemplar a un personaje que comenzó
a retribuir a su sociedad casi sin darse cuenta. Es también la apreciación
artística, la del drag queen, puro
manifiesto de una identidad que no deja de definirse, culpa de la satanización
social que viene del exterior y que en ocasiones se incuba en la consciencia
del violentado.
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