Un documental de
utilidad etnográfica sin fórmulas académicas o distanciándose de la crónica
producto de una habitual exploración de campo. Los ojos del camino (2017) combina lo testimonial y la homilía
mística mediante un lenguaje de añoranza, a partir de la voz de Hipólito
Peralta. Este personaje será nuestro narrador y guía dentro de las geografías
de los Andes peruanos. Cómo si se tratase de un habitante que retorna a su
terruño, Hipólito comienza a reconocer los espacios de la naturaleza
incipiente, hace regresiones a su niñez, rememora lecciones y rituales. Es
latente el carácter idílico en su discurso, el placer por lo bucólico, la vida cuando
la humanidad inculcaba su vínculo con los Apus, reconociendo a su territorio
como principal proveedor de la apacibilidad y la existencia.
El documental de
Rodrigo Otero se interna en la cosmovisión andina desde el conocimiento de uno
de sus actuales herederos. Es mediante el soliloquio del guía que el director registra
a los Andes. Planos generales avalan las palabras de Hipólito referente a la
inmensidad y riqueza de la naturaleza. Por dónde se mire, la verdosidad
acaricia al terreno, el velo suave o espeso de los “cielos” se postran por
encima de ella, lagunas y riachuelos descansan o murmullan por todos los lados,
mientras que los habitantes hacen faena agrícola, tributo a la Pachamama,
preservación de sus tradiciones. Los ojos
del camino es también una reflexión a la coyuntura caótica, esos otros espacios en donde priman
las pasiones y curiosamente la naturaleza muere. Hay una continua trasposición
al presente global. Es el lado desolador del documental.
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