En algún punto de la
frontera entre Colombia y Venezuela, personajes merodean entre el paraje
desolador, en donde realizan su rutina de contrabandistas, y de paso se
mimetizan con el espacio de aire apátrida. Mariana
(2017) se localiza entre el documental y una ficción plagada de tiempos
muertos. El director Chris Gude desarrolla un concepto que me recuerda al de
Sharunas Bartas; personajes desterrados asociados a un oficio ilegítimo, una
especie de zombies tal vez fantaseando con hallar su lugar utópico, como la
Gran Colombia, pero solo encontrándose con ruinas que gestan una metáfora de lo
infecundo o no terrenal. Actualmente existe toda una producción sobre la
enajenación territorial bajo similar modo de expresión espectral; desde Pedro
Costa al cine de Lisandro Alonso, llegando a la reciente All cities of the north (2016), de Dane Komljen.
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