Lo de Ruben Ostlund es
un cine de pulsaciones. Sus personajes son sujetos ordinarios estableciendo
rutinas habituales, aunque reconociendo en su tránsito sucesos inquietantes que
van descendiendo a un nivel infame. Es el paso del equilibrio a la inseguridad,
de la tranquilidad a la paranoia, en muchos casos abriéndose paso a una
histeria colectiva. Las historias del director sueco exponen las relaciones
humanas en un estado de crisis. The Square
(2017) no es ajeno a esta realidad. Christian (Claes Bang), curador principal
de un museo contemporáneo, verá cómo su diario se va desajustando luego de un
inusual robo. Como respuesta, este protagonista tomará parte de una represalia
la cual detonará un conflicto que pondrá en duda su decencia. Es mediante estos
antecedentes que Ostlund emprende su perseverante percepción sobre la
negligencia moral en la actualidad.
Las negligencias de
Christian, hombre reputado, se verán expuestas en la trama. Lo cierto es que no
se está retratando el desenmascaramiento de un personaje que se esfuerza por
mantener una postura moral. El comportamiento “sincero” de Christian es tan
cotidiano como la existencia de la pobreza o la respuesta postergada que recibe
esta realidad de parte de las sociedades pudientes. Es decir, el curador, así
como cualquier ciudadano promedio de esta urbanidad, cohabita con la indecencia
y la asume con normalidad. Es lo que es. Lo que diferencia a Christian de los
otros es que toda una avalancha de acontecimientos le está haciendo considerar
que su rutina que cree correcta posee un rasgo indecente implantado. De esta
forma es que los filmes de Ostlund siempre terminan descubriendo un lado
decente o reflexivo ante tanta desvergüenza. Si bien en The Square el quiebre de los límites entre el cinismo y la
perversión se manifiestan como actos cotidianos, siempre habrá lugar para la
redención.
Al igual que en Involuntario (2008) o en Incidente by a Bank (2009), en la trama
de The Square se revelan reacciones
que van en contra de lo indecoroso, sin embargo, no deja de haber una marea de
pensamientos que por momentos intimida a los más dignos. Respecto a esa idea, a
Ostlund le interesa esa mirada y reacción colectiva. Así como el cine de su
compatriota Roy Andersson, existe una necesidad por dejar en claro que sus
historias no tratan sobre experiencias individuales, sino sobre costumbres o
trascendencias sociales que incluso tienen un alcance universal. De ahí por qué
las películas de Ostlund tienen ese rasgo de historias articuladas uniendo
varios testimonios. Claro que The Square
es también una sátira al arte contemporáneo. Son tiempos en que existe una
inspiración que es puro formulismo y estrategia para llamar la atención.
Irónicamente, Ruben Ostlund parece alinearse a esta cola. Así como sucede en
algunas de sus películas, el director tropieza con su propio discurso.
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