Una historia simple y
efectiva sin caer en las pretensiones. El
proyecto Florida (2017) me recuerda a Starlet
(2012), filme también realizado por el director Sean Baker. La amistad entre
una joven y una anciana es igual de sencilla y encantadora que las aventuras de
unos niños en su última película. En ambos filmes el estadounidense establece
las relaciones humanas con simpleza y gracia no dejando de atender al trasfondo
social en el que están insertados sus personajes. Baker es un director atraído
por los espacios urbanos con una alta concentración de individuos menesterosos,
muchos de ellos negligentes con sus propias vidas. En definitiva, están
prescritos prejuicios inmediatos que emergerán de estos personajes, pero que la
trama a emprenderse se encargará de disiparlos.
El proyecto Florida, al igual que los anteriores filmes del director, tienen esa
proyección de documentar el escenario. Sus protagonistas son una suerte de
modelos y también guías turísticos de sus respectivas inmediaciones. Los
pequeños personajes de esta historia en una secuencia relatan con inocencia a
la amiguita recién llegada los antecedentes de cada uno de sus vecinos,
excursión que nos remonta a la de los dos transexuales en Tangerine (2015) quienes nos “presentan” a toda una serie de
personajes asociados a actos clandestinos mientras buscan al novio de una de ellas.
Por mucho que se describa, Baker muestra pero no cuestiona. Lo que en principio
podrían ser actos socialmente censurables los que promueven sus personajes,
pronto los asumiremos como simples gestos de picardía. Es difícil no crear una
simpatía con los personajes del director, quien nos reserva una prueba de ello al
final de los periplos. Al igual que en Starlet,
El proyecto Florida descubre un
conflicto no tan lejos del cierre. A fin de cuentas, la historia no siempre iba
a ser color de rosa.
Moonee (Brooklynn
Prince), una de las protagonistas principales, mientras jugaba por las
cercanías de un motel ubicado al margen de Disney World, no se percataba del
estado crítico por el que pasan los adultos, incluyendo su madre. Sabe que los
adultos lloran, aunque no sabe por qué. Por muy insolentes que sean estos
pequeños protagonistas, su candidez está vigente, y eso conmueve al celador de
la hostería, Bobby (Willem Dafoe), el héroe social de esta historia que
lastimosamente no puede corregir lo que es jurisdicción de los padres
biológicos, asignados o estatales. A propósito de la colorida arquitectura en
días de verano, El proyecto Florida me
recuerda también a la película Haz lo que
debas (1989), clásico de Spike Lee, en donde también somos testigos de una
cotidianidad de aparente apacibilidad que está a punto de explotar una realidad
inherente.
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