En La Venus de las pieles (2013), Mathieu
Amalric interpreta a un guionista que ha encontrado a la actriz que pueda
encarnar a la heroína de su pieza teatral, mujer ficticia que representa su
filia por un deseo que en la vida real reprime. En este filme de Roman Polanski
vemos la historia de un hombre fabricando una obra teatral que purga, satisface
su deseo y de paso renueva su memoria. Es decir, es el autor concibiendo una
creación para propio goce. En continuidad a este propósito, Barbara (2017) es un biopic en donde el mismo Amalric retrae
este tema al interpretar dentro de su película a un director insinuando su
afición por la desaparecida cantante francesa. Es un filme que por momentos da
la impresión desatiende a conciencia su condición biográfica para ser un filme sobre la
devoción personal. Y hay más. Es a partir de su alusión metaficcional que el
director también recrea la “afición” en proceso.
Así como sucede en el
documental de Jim y Andy (2017), en Barbara vemos a una actriz mimetizándose
en el rol del personaje. A Brigitte (Jeanne Balibar) no solo la vemos
aprendiendo sus líneas y canciones de Barbara, sino también inclinándose a ese
rol de diva. La realidad y la ficción se confunden a partir de su presencia, en
donde la vemos personificando a la cantante tanto dentro como fuera del plató. Mathieu
Amalric descubre dos formas en que se teje el gusto por una personalidad y su
producción. Los comportamientos de un director y una actriz, a través del
fanatismo (y lo platónico) y la representación, no solo van provocando un
tributo, sino que también van colaborando en la biografía, claro que bajo un
orden atípico. El director y actor francés ya antes había realizado en La habitación azul (2014) un melodrama
orientándose al drama criminal bajo una argumentación no tradicional.
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