La proyección de esta película programada el viernes 25 en el CCPUCP no estuvo en su formato original (cortada por arriba y abajo), y además no tenía una buena resolución.
Una relación clandestina
revela la posibilidad de que está apunto de gestarse un melodrama que confrontará
a los miembros de una familia, sin embargo, un acontecimiento corta esa
atención y de paso despierta un viejo fantasma que cobijan las tantas etnias
asentadas en los territorios rusos. Cercanía
(2017) toma como primer giro dentro de su historia el rapto del hijo de una
familia judía a manos de rebeldes. Una fuerte suma de dinero a cambio de la
liberación es la que a fin de cuenta genera el enfrentamiento y resentimiento entre
los personajes. La ópera prima de Kantemir Balagov toma como protagonista
central a Ilana (Darya Zhovnar), la “oveja negra” de la familia, siempre yendo
a contracorriente a las peticiones de sus padres. La intención de todos por
rescatar al miembro faltante encontrará un punto alto de tensión para cuando la
hija sea expuesta a un sacrificio.
El problema de Cercanía es su dispersión al gestarse su
premisa. El secuestro, que lucía ser la motivación primaria, por momentos actúa como mcguffin al ir la historia prestando
atención a otros trances. La hija recriminando varias escalas de dominación, además de un afecto desigual que percibe dentro de
su círculo familiar, toman vitalidad respecto a la ausencia del hermano, el
conflicto medular. A esto se interpone otro dilema: la relación amorosa
entre la joven judía y un cabardino, algo no bien visto socialmente por la
diferencia de etnias, provocándose un nuevo tema coyunturalmente importante. El
filme de Bagalov sucede en territorio caucásico en 1998, a muy poco de haberse
resuelto un tratado de paz en donde Chechenia otra vez pasaba al control de
Rusia. El conflicto de etnias y recelo por lo territorial aún está en ebullición,
y eso solo se manifiesta en la secuencia de un snuff.
Varios son los temas que
se citan, mas poco se profundizan. Algunos incluso no reconocen los engranes
pertinentes dentro de la historia en donde pesa la trama de la hija rebelándose.
Cercanía pone en segundo plano casos extraordinarios,
el del mismo secuestro o el conflicto limítrofe, y en su lugar da palestra a discusiones
menores, como la relación madre e hija, que luce más irreconciliable que la
misma separación entre rusos y chechenos. La película de Kantemir Balagov desaprovecha
focos que estimulan, y en su lugar alarga la frustración filial mediante actos
que asedian a la protagonista y aseguran su martirio. Larga coda le precede a
la conclusión del conflicto solo para reafirmar sentimientos, gesto tan
innecesario como el testigo que firma la presentación y despedida del filme.
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