La película inicia con
un momento de epifanía. Como si se tratase de un protagonista de alguna
película de Bruno Dumont, Jenik (Matous John) es asaltado por un halo de luz
que resplandece su rostro y parece otorgarle un mensaje divino. Pequeño cruzado (2017) es la historia
de una búsqueda a consecuencia de un escape. Un padre intenta dar con el
paradero su hijo, un niño no mayor de diez años que ha decidido partir de casa
para liberar Tierra Santa. En pie a su objetivo, el viaje del anciano caballero
nos fabrica una road movie un tanto inusual
por su acción austera. Este relato medieval no reconoce enfrentamientos o
cualquier agente de peligro que motive un acto violento, situación muy
característica en una temporalidad convulsionada por los conflictos. Václav
Kadrnka crea un viaje de caballería en tiempos de Guerra Santa sin recurrir a
las armas o a la afrenta. Ajeno a lo que acontece en su coyuntura, la búsqueda
del padre es más bien un derrotero solitario rumbo a la alucinación producto de
la impotencia.
Pequeño cruzado no gestará encuentros con magos o seres fantásticos, sin
embargo, a medida que el tiempo se aplaza –significativo
como las secuencias se tejen sin premura– y las pistas del hijo son cada vez más
difusas, el padre comienza a fabricar sus propios delirios y ansiedades. Aquí
es fundamental la soledad y el silencio que acompañan al hombre. Al margen de
los diálogos que pudiesen surgir, en su mayoría descripciones del hijo e interrogatorios
a foráneos, se sugiere se está generando un viaje interno. Ni si quiera un
aliado de paso interrumpe el mutismo o interiorización del hombre. El padre fantasea
a fin de llegar a su hijo, no solo físicamente, sino que también aproximándose
a su razonamiento, a los motivos que lo obligaron a partir. El largo trecho que
el caballero hace le servirá para reflexionar. Por muy atípica que luzca esta road movie, este filme checo, así como
tantos empadronados a este género, tiene como objetivo el desarrollo emocional
de su protagonista. El padre asegura un aprendizaje al final del camino.
La película de Kadrnka
para esto promueve un ambiente de aire místico. Argumentalmente, lo interior o espiritual
se estimula desde el concepto de los cruzados –los llamados o elegidos de Dios–;
estéticamente, mediante el uso de una fotografía sobrexpuesta con suavidad, la recurrencia
a escenarios blancos e incluso la asistencia a actores de pieles níveas. Es
como si la epifanía se posara a lo largo del territorio en algún momento de la mañana. Pequeño cruzado estimula porque,
siendo un tópico medieval sobre un caballero al rescate de un ser amado, en
lugar de crearse un trayecto de aventuras es un drama interior; el padre afligido
por la ausencia del hijo, la consciencia de su vejez, de su decadencia física,
aquella que lo inhabilita de ir a las guerras, la esencia de todo caballero, y
además la decadencia mental. Ingeniosas son las secuencias en donde el padre no
alucina, pero la realidad o la coincidencia se burlan de él. Una representación
teatral, figuras de madera, una sombra tras una cortina. Václav Kadrnka es
creativo cuando desea hacer flaquear a su protagonista.
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