El cine de Sebastián
Lelio podría simplificarse en dramas que retratan prejuicios sociales genéricos,
como en La sagrada familia (2004) o Navidad (2009), o específicos, caso Gloria (2013) o su gemelo Una mujer fantástica (2017), que contienen
además leves trazos de sensualidad u erotismo. Es a propósito de este que el
director chileno tiene una predilección por revelar una imagen femenina que despierta
un atractivo innato que va adjunto a la personalidad de sus protagonistas. Ahí
están los personajes de las actrices Manuela Martelli, Paulina García o Daniela
Vega, que provocan fantasías en los protagonistas que las acompañan. Estas características
se definen también en Desobediencia
(2017), su última película y su filme debut en el idioma inglés.
Ronit (Rachel Weisz)
hace un largo viaje de retorno a casa. Su padre, un respetado rabino, ha
fallecido. El reencuentro con su comunidad no solo despertará la defensiva de
la mujer y la ofensiva de los locales, sino que además reavivará una antigua
pasión. Desobediencia no tiene mucho
de novedoso. La homosexualidad y la frustración personal naciente en un círculo
conservador se han planteado de distintas formas. Lelio lo hace a manera de
disertación. Sus películas siempre se han visto tentadas a lo aleccionador, a
la reprimenda social, y su última película no es ajena a esto. La historia opta
por crear una invocación a la tolerancia desde un terreno ortodoxo. El judaísmo
no solo entendido como lugar que reprime la opción sexual, sino también el
deseo en general.
No solo es la historia
de Ronit y Esti (Rachel McAdams), es la historia de los pupilos, desde Dovid
(Alessandro Nivola), el próximo a tomar la batuta como rabino, hasta los que
este mismo intenta formar. Esta comunidad judía se podría visionar como terreno
que formará a futuras generaciones frustradas. Lelio, sin embargo, comienza a
dar señas de una posibilidad de reforma. Desobediencia
raciona en función a la coyuntura que se ha abierto a nuevas perspectivas. En
la historia vemos a viejos discursos falleciendo e ideas renovadoras intentando
suplir ese lugar, sin necesidad de crear toda una revolución. Este último
detalle es importante, pues una de las cosas que se estima de la película de
Sebastián Lelio es que no desata una histeria de prejuicios.
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