Mientras los más
grandes buscan pokemons o terroristas, Cléo (Cléo Demoustier) busca a Paul
(Paul Demoustier), y viceversa. El director Stéphane Demoustier parece hacer
una remembranza a El pequeño fugitivo
(1953), una modesta e inocente historia sobre un niño no mayor de cinco años escapando
de su casa. Al igual que dicho filme, el director francés recrea una breve
odisea en donde niños más pequeños se extravían y toman caminos separados en
medio del gentío que se congrega en un parque de París. La cámara en gran parte
asume una perspectiva de los pequeños, planos que miran desde lo bajo, tomas de
rodillas, ángulos picados, pocos son los planos generales de la urbanidad, algo
que la diferencia del filme de origen estadounidense que en momentos parece ser
una publicidad a las atracciones del fastuoso Coney Island. El espíritu y
coincidencia entre ambos filmes surge en el juego, la mirada del infante que no
percibe el peligro y su alrededor se convierte en su área de juego. Es la
mirada idílica a cualquier urbanidad de hoy.
Dicho rasgo es
esencial en una película como Cléo &
Paul (2018), el cual descubre un contexto de contrastes. Vemos indicios de
una Francia en estado de emergencia –o paranoia justificada–, soldados armados mezclándose
entre los ciudadanos de a pie, guardias que insisten en no atender “casos menores”,
pues la prioridad está en la vigilancia antiterrorista. Tal vez exista una
crítica consciente sobre una negligencia ante la seguridad primaria o una
adultez que parece no haber madurado del todo, ya sea por perseguir en tropel a
seres inventados desde sus dispositivos celulares o porque incluso no han
sabido sobrellevar una relación que terminó años atrás. No deja de ser conmovedora
y humana esa pequeña historia de una pareja reencontrándose. Definitivamente,
una que tenía material para alargue. “¿Qué habría pasado si…?”; podríamos
preguntarnos a propósito de una mujer que pareciese haber comenzado a madurar
desde que Cléo llegó a su vida. Lo cierto es que los niños vuelven al juego y
los adultos a su realidad.
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