viernes, 16 de noviembre de 2018

El ritual

La ópera prima de David Bruckner tiene un arranque prometedor. Un acontecimiento violento e intempestivo será el prólogo a un viaje de adultos que son amigos desde la juventud. El senderismo a las montañas suecas no solo es el tributo a uno de sus miembros, sino también una terapia inconsciente que sus miembros fabrican por enmienda y curación grupal. Luke (Rafe Spall), el testigo clave de la introducción, de alguna forma se convertirá en el sujeto que en principio alimentará la expectativa. Sus visiones que recrean aquel suceso fatídico, además de ciertos diálogos o comportamientos que sus camaradas parecen reservar, dan por adelantado que a pesar del tiempo, el dolor y el resentimiento está tibio en medio del paraje gélido de la naturaleza. Ya para cuando llegue un leve accidente y un desvío los obligue a internarse a las entrañas de un bosque frondoso, entonces la trama revelará el verdadero conflicto. Lo real pierde significado y lo fantástico tendrá toda nuestra atención.
Al margen de la ruta a ciegas, El ritual (2017) alimenta la inquietud de los viajeros/espectadores por razones puramente supersticiosas. De pronto una serie de artefactos dentro de la soledad de un bosque sugieren un significado distinto al de los mismos artefactos hallados en cualquier otro lugar. Los imaginarios de películas como El proyecto de la Bruja de Blair (1999) y La bruja (2015) se ponen en manifiesto, los cuales en algún punto encenderán la mecha de la demencia. A pesar de lo extenso y abierto que sea el contexto en donde se hallan estos hombres, los imponentes árboles emulan un encierro que va caldeando la tensión entre ellos. Pesadillas activan sus miedos, les provoca confusiones al punto de enfrentarlos entre sí. Es solo el lugar y el propio ambiente reaccionando contra los foráneos. Se genera así el tránsito de la tranquilidad a la sospecha y luego a la paranoia. Una nueva trama se revela más allá de la mitad, y entonces la película decae. De repente todo es más estimulante cuando no se sabe qué es, y es más decepcionante cuando se rebela.

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