J.C. Chandor y una
nueva historia sobre confrontaciones morales. Un grupo de ex soldados
estadounidenses se reunirán con el fin de llevar a cabo una misión no oficial que
pondrá en duda la integridad de sus miembros. A este camino, este director ya
se ha convertido en el heredero de Sidney Lumet. Chandor fabrica un cine que
genera la acción más allá de los momentos críticos. En su lugar, son las
decisiones de sus protagonistas las que estimulan y provocan la expectativa. Pueda
que el argumento no sea del todo novedoso, sin embargo, son los juicios de los
personajes los que se manifiestan impredecibles, y es a propósito de estos que
podría manifestarse una distancia entre el maestro y el sucesor. En las
películas de Lumet habrá un personaje firme, siempre manteniendo una moral inquebrantable.
Ahí está el Henry Fonda de 12 hombres en
pugna (1957), el Al Pacino de Serpico
(1973) y tantos otros. En las películas de Chandor, a las que se incluye Margin Call (2001) y El año más violento (2014), la moral de
sus protagonistas siempre está en modo de prueba.
Desde el principio del
argumento, Chandor comienza a tantear la decencia de sus personajes. A Pope
(Oscar Isaac) lo conocemos siendo parte de un arresto oficial. Su acto de no
presenciar los excesos extraoficiales lo convierte en alguien decente. Lo
cierto es que en una siguiente situación, este mismo “saca sus cartas”, tornándose
automáticamente en alguien discutible. Es mediante dicha situación que Pope se
convertirá en el promotor de una tarea que extiende pruebas morales a sus amigos
e iguales. Muy pronto nos percataremos de la conducta ambigua que cada uno
sostiene. Triple frontera (2019) es
una película de acción que gira a la aventura y la sobrevivencia de estos militares
en medio de un terreno desconocido, pero que no deja de hacer continuamente altos
para establecer debates éticos, instantes (oportunidades) en que los personajes
puedan reconocer algún gesto de arrepentimiento, redención o, en el peor de los
casos, simplemente asegurar sus condenas.
Ahora, a pesar que
existe una larga terapia de cuestionamientos morales, sea de manera individual
o grupal, J.C. Chandor no deja de repetirnos que dichas determinaciones erróneas
son producto de ciertos síntomas/inconformidades. En principio, el provocado
por el órgano militar, espacio que adiestra a generaciones para que sean violentas
frente al enemigo y sumisas ante lo orgánico y la nación. Hay una crítica
frontal hacia la típica normativa bélica, la cual viste sus abusos de
patriotismo. Al respecto, vemos a los veteranos hablando sobre sus “demonios”,
la cuenta de víctimas que no mencionan con orgullo, sino casi con pudor. En
otro plano, se cuestiona a una nación que ha postergado a los militares.
Observamos un pequeño panorama de una sociedad ignorada y resentida, ideando
las formas de sobrevivencia que consume sus ánimos y aumenta sus frustraciones.
La vida después del servicio militar no está lejos de la suerte de un ex
convicto, muchos de estos individuos viéndose obligados a aventajar el
infortunio mediante actos indecentes.
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