Iniciamos nuestros comentarios a las películas que se presentarán en los próximos días en el Festival de Lima.
El ánimo de Marcela (Mercedes Morán) ha cambiado desde la muerte de su única hermana. Un estado de postergación la ha poseído, y no producto de un luto ante una ausencia física. En efecto, existe una temporada de lágrimas, aunque esta será sustituida por una congoja que se remonta a un pretérito no vivido, pero que definitivamente la vincula a ella. Familia sumergida (2018) trata sobre la reflexión, tal vez tardía, de una mujer hacia su ascendencia. Los últimos días de su hermana de alguna manera le han hecho percibir una inconsistencia compartida, y que al parecer fue herencia de las mujeres de su familia. ¿La abuela fue feliz como muchos cuentan? Ese es uno de los conflictos en la ópera prima de María Alché. En consecuencia, vemos a una madre de familia encerrada en sus pensamientos, cuestionando el pasado y de paso su propio presente. Familia sumergida está en la misma línea de películas que retratan a personajes rebelándose contra su rutina, aquella que han preservado con corrección y sumisión.
El ánimo de Marcela (Mercedes Morán) ha cambiado desde la muerte de su única hermana. Un estado de postergación la ha poseído, y no producto de un luto ante una ausencia física. En efecto, existe una temporada de lágrimas, aunque esta será sustituida por una congoja que se remonta a un pretérito no vivido, pero que definitivamente la vincula a ella. Familia sumergida (2018) trata sobre la reflexión, tal vez tardía, de una mujer hacia su ascendencia. Los últimos días de su hermana de alguna manera le han hecho percibir una inconsistencia compartida, y que al parecer fue herencia de las mujeres de su familia. ¿La abuela fue feliz como muchos cuentan? Ese es uno de los conflictos en la ópera prima de María Alché. En consecuencia, vemos a una madre de familia encerrada en sus pensamientos, cuestionando el pasado y de paso su propio presente. Familia sumergida está en la misma línea de películas que retratan a personajes rebelándose contra su rutina, aquella que han preservado con corrección y sumisión.
En el caso de Marcela,
aquello que la obliga a desencantarse de su fantasía o lugar de confort tiene
que ver con una frustración que fue latente en su genealogía, la ausencia de un
abuelo o un padre que generaron una convivencia forzada en las mujeres de la
familia, y eso la incluye. La vida de Marcela, sin percibirlo, es la proyección
de la vida de la abuela. La mujer del presente ha comenzado a repetir lo que su
antepasado, convirtiendo su resignación/revolución en una tradición familiar.
Marcela denuncia el pasado, y no dejará de imitar una sublevación en su propio
presente. De pronto, no hay diferencia entre la abuela y Marcela, entre el ayer
y el hoy. Pueda que por esa razón la fotografía asume un filtro vaporoso
promoviendo un ambiente difuso que atrae a los dos tiempos –como las dos gotas
de un experimento químico– y de paso crea un efecto no de locura, sino de
éxtasis en Marcela, una temporada de revelación que en el cierre no duda en
celebrarlo mediante un baile depuratorio.
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