Rosina (Antonella
Aquistapache) ha agredido a su hermana. Tras el ataque, ella escapa de su padre
–como delatando su culpa– para refugiarse a metros de la orilla del mar. Calmado
los ánimos, la hija retorna a tierra firme y a su salida logra avistar la aleta
de lo que parece ser un escualo. Esa incidencia abre la historia de Los tiburones (2019), película que de
alguna manera vincula la naturaleza agresiva del animal marino con la conducta
impetuosa de la chica de catorce años. Lucía Garibaldi nos relata la historia
de Rosina, una adolescente que pasa sus días entre labores de jardinería y rencillas
con sus hermanos, mientras experimenta con los conflictos internos que conllevan
al despertar de su deseo sexual. Esta ópera prima parece inspirarse en El diario de una adolescente (2015), Lady Bird (2017) y otras películas que
fundaron la todavía tendencia fílmica que retrata a personajes femeninos en
estado de maduración, dialogando abiertamente sobre la sexualidad, la
menstruación, la masturbación y otros tabúes asociados a esa edad y género.
La protagonista de Los tiburones, así como los personajes
de las películas mencionadas, reacciona a dichos temas con un gesto “transgresor”.
La idea de Garibaldi y otras directoras que abordaron similar conflicto es el
de retratar a adolescentes respondiendo mediante una evasión a la fantasía
romántica; es decir, yendo en contra de la típica reacción de quinceañeras que
abrazan con expectativas utópicas el primer amor o encuentro sexual. En su
lugar, se manifiesta una réplica irreverente que golpea contra cualquier
intento de conservadurismo añejo. Este filme uruguayo opta por normalizar a la
fuerza ciertos comportamientos cotidianos en la adolescencia femenina, a pesar
que la sociedad se esfuerza por censurarlos. Un claro ejemplo sucede en la
escena cuando Rosina y su hermana insisten en hablar sobre el flujo vaginal en
frente del hermano menor tras la prohibición de la madre.
A partir de esa idea,
se asimila mejor la metáfora de los escualos. El rumor de un posible
avistamiento ha extendido una paranoia en la comunidad. Tal vez este cardumen
no existe, sin embargo, la comunidad se mantiene alerta ante una posible
invasión que podría perjudicar el turismo del que dependen estos habitantes. “Es
por seguridad, pero sobre todo una protección a los intereses”; parecen rezar
los vecinos. Es la típica reacción de la hipocresía social. Mientras que en el
mar los peces deben ser reprimidos, en tierra, Rosina somete y hasta
escarmienta a los que intentan contenerla. Ella disemina la desmitificación de
la adolescente promedio y no hay intención de reformar ese instinto. La
película de Lucía Garibaldi, en estricto, no realiza una coming of age, pues su protagonista no tiene oportunidad ni deseo
de modificar ese cambio de temperamento que ha provocado su deseo sexual. Ella
es tal cual de inicio a fin, y no hay personaje o moralismo que persuada su
personalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario