Una temporada en México. Aprovecho a comentar lo que alcance a ver en el festival de cine de terror Macabro que inició el 21 de agosto y finaliza el 1 de setiembre.
Un carácter difuso toma
las riendas de la trama en la ópera prima de Cesar Demian. La rutina de Alex (Sebastián Aguirre) está sometida por un estado de frustración que lo atormenta.
Esto no solo es motivado por sus frecuentes pesadillas, en donde se convierte
en víctima de algún espectro –digna cristalización de los miedos–, sino también
ante la fragilidad de su entorno íntimo. La ausencia de un padre y la
insensibilidad de una madre son los aditivos que aderezan su estado taciturno, el
cual ha comenzado a atenuar su cordura y, en consecuencia, la percepción de su
realidad.
De ahí ese panorama turbio
que lo rodea, estimulado por la tenuidad de la iluminación o los entornos
vaporosos a los que asiste. Es como si de pronto las pesadillas que padece
Alexis estuviesen también vigentes en su realidad. Lo cierto es que lo difuso además
se extiende al plano argumental: un oficio dudoso, los antecedentes de un padre
que se marchó o la identidad pública de su madre. Alex Winter (2019) aglutina conflictos que quedan a medio camino,
algunos que incluso irrumpen de manera infundada, y que obligan a mirarlo más con
intuición que con interpretación.
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