miércoles, 15 de julio de 2020

Apple TV+: Greyhound

Tengo fresco en la memoria Tora! Tora! Tora! (1970) y Das Boot (1981). Estas dos películas retratan enfrentamientos bélicos en las aguas durante la Segunda Guerra Mundial. La primera hace una antesala al ataque en Pearl Harbor, mientras que la segunda sigue la ruta de un submarino alemán encomendado a cruzar un perímetro dominado por un convoy marítimo de los aliados. La producción estadounidense, codirigida por Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y ToshioMasuda, se inclina a realizar una agenda de los acontecimientos previos y durante el ataque–no tan sorpresivo– japonés. Es una película que escatima el drama humano para dar presencia al drama histórico. Caso en la producción alemana, dirigida por Wolfgang Petersen, el retrato humano está por encima del programa histórico, a propósito de las emociones desatadas por la tripulación durante el combate. Las dos películas son bélicas con alto rango de acción, pero uno es más sensible a la situación y el otro a los personajes. Greyhound (2020) está en el medio de esas dos motivaciones.
La película de Aaron Schneider representa la travesía de “Greyhound”, una de las embarcaciones que coronaba a un convoy aliado como estrategia de defensa ante el posible ataque de los u-boote. Ernest Krause, protagonizado por Tom Hanks, quien también es autor del guion, es el capitán del navío y a quien veremos más en pantalla. Lo curioso es que, biográficamente, poco o nada sabemos sobre este personaje, y qué decir del resto de su tripulación. Pero el hecho es que al final de la historia, el capitán Krause habrá ganado la simpatía suficiente sin haber develado su intimidad. Pienso, es una película que le agradaría a Clint Eastwood, autor que, dada su filmografía reciente, gusta de los retratos de héroes que le dan sentido a la nación desde los preceptos de la nación: retribución y fe. Estos son los dos pilares de Krause, personaje que toma su oficio con exigencia y devoción, así le sangren los pies. No hay necesidad de verlo cantando el himno de su nación o asistiendo a misa cuando fuera niño. El escatimar el dramatismo humano, por ejemplo, esquivando los antecedentes específicos y gratuitos, a veces enaltece con mayor efectividad los valores humanos.
Greyhound logra ese ideal de héroe que varias de las películas de Eastwood promueven sin la necesidad de abastecerse de toda una investigación biográfica, así como tampoco precisa de sentimientos extras para dar valor a la integridad humana, tal como se figura en Das Boot. Por otro lado, Aaron Schneider construye una acción que no tiene descanso. Esto, obviamente, es gratificante para el espectador dado que no hay punto muerto, a diferencia de una película como Tora! Tora! Tora! Lo cierto es que esta misma rutina agitada tiene como mayor propósito el complementar la integridad del capitán y su tripulación, quienes están al continuo acecho. Suena el radar o llega el mensaje, cambio de coordenadas, bombazos, minuto de descanso y se renueva el ciclo. Vemos entonces como el compromiso a la protección de los suyos y la propia nación no tiene tregua. Y claro, el centro es el capitán. La expectativa va de la mano con el ritmo agotador que priva del hambre y del sueño a un hombre que no cancela su deber, el de dirigir con precisión, cuestionar incluso sus decisiones, posiblemente, alcanzado por el sentimiento ante la pérdida. Es el capitán “novato” que todavía no asimila las dinámicas del combate; eso ya es muy humano. Greyhound es emocionante de inicio a fin. Merecía su estreno en pantalla grande.

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