A pesar que los temas de la inmigración y la violencia son constantes en el cine mexicano, la película de Fernanda Valadez se percibe como una propuesta distinta dado que vincula a estas dos realidades un tópico que en los últimos años se ha venido consolidando en el cine latinoamericano. Sin señas particulares (2020) apela a esa señas imperceptibles que deja la violencia al borde de la frontera entre México y EEUU; cuerpos calcinados, restos u objetos que bien podrían ser irreconocibles para algún familiar. Esto nos traslada a la historia de Magdalena (Mercedes Hernández), una madre que no ha tenido noticias de su hijo desde que este se marchó días atrás de casa para cruzar la frontera. El filme reconoce una oficina del Gobierno encargada de hacer inventario de los restos y pertenencias de los NN, además de acoger a decenas de familiares que están en búsqueda de sus seres queridos; muchos que escapan del país, otros que simplemente desaparecieron.
lunes, 24 de agosto de 2020
24 Festival de Lima: Sin señas particulares (Sección Ficción)
Sin señas
particulares presenta a la protagonista
como una mujer obstinada, a propósito de su deseo por saber con certeza si
su hijo sigue vivo o fue una víctima de la violencia en su huida. Este ánimo se desvela
consecuencia de un proceder alarmante por parte del departamento de “evidencias
sin señas particulares”, en donde sus empleados parecen lucir indiferentes ante la desesperación de las
personas que buscan a los suyos o, para ser más exactos, simplemente no evalúan
el significado simbólico o emocional que representa la verdad de los hechos.
Magdalena es una mujer anticipándose a una intranquilidad que en un futuro bien
pondría en duda la memoria de su hijo. Sin
señas particulares asiste a ese tema visto en películas recientes
producidas en Chile, Perú, Colombia y tantos países que fueron azotados por
alguna dictadura o conflicto armado que mantuvo en luto por décadas a
personajes y comunidades que no tuvieron noticias del paradero físico de sus
seres queridos.
La
memoria se perfila en Sin señas
particulares desde que una madre se le acercó a Magdalena para compartirle
su caso que la mantiene a la expectativa luego de cuatro años. Acontece así un
acto de fraternidad a partir de un vínculo que comparten las dos mujeres que
buscan a sus hijos. Esto traslada a Magdalena a una búsqueda en solitario. En
consecuencia, se producen escenas inquietantes. La madre alude a una
detective ingresando a un ambiente desconocido y truculento. La atmósfera
infiere miedo y mucho silencio. El intercambio de información de manera
clandestina, que es valiosa para la mujer, o la poca presencia de personas en las
áreas públicas descubren un panorama de una comunidad intimidada por la
violencia. En tanto, Magdalena sigue su trayecto en esta tierra de nadie, como
un cowboy, expuesta al repentino
peligro en medio del terreno árido y hostil, en la que existen otros como ella
que también están buscando a su familia.
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