lunes, 19 de octubre de 2020

7 Festival de Trujillo: Leche para dos / Huamanga / El nido (Competencia de Cortos)

Leche para dos (2020) nos presenta un testimonio de la paternidad. En la película de Diego Bedoya, el protagonista es un padre adolescente y soltero que lleva una rutina que evidencia la inexperiencia propia de una persona de su edad. En una escena en particular, el director nos señala incluso cierto carácter negligente frente a ese otro personaje del que se supone debería ser responsable: su menor hijo. Bedoya descubre con objetividad esa paradoja del hombre que está al cuidado de alguien, cuando más bien este todavía parece no cuidar del todo bien de sí mismo. Sucede además que este personaje también manifiesta una inmadurez en el plano sentimental. Es como si no estuviera asimilando esa lección que la vida le asignó. Pero lo que hace atractivo a Leche para dos es que todos estos anticipos son un simple deseo de darle la vuelta a la expectativa. La historia, que iniciaba como el muestrario de un padre de postura indolente, termina por descubrirnos con sutileza marcas sensibles y reveladoras que se niegan a fabricar posibilidades dramáticas o pesimistas. Tal parece que se avista la introducción a la historia de un adolescente transitando a la adultez de la mano de la paternidad.

A propósito de intimidades que sugieren prejuicios, el corto de ficción de Arthur López nos descubre una trama que resultaría provocadora para la mirada conservadora. Huamanga (2019) inicia como un testimonio de la inmigración, el cual denota un arraigo hacia las tradiciones y además es ejemplo de un progreso familiar a partir de un emprendimiento. Este es el marco de un joven diseñador de zapatos que junto a su esposa conduce el taller de su madre. A ese retrato idílico, que de paso no deja de expresar próximos buenos porvenires, se interpone un engaño. López no solo nos representa la vida de un hombre enrolado con un acto de infidelidad, sino también la de un sujeto reservando un estilo de vida que ha reprimido por años. El conflicto de esta película no se concentra en el prejuicio hacia la homosexualidad, en este caso, el juicio que proyecta la madre hacia el hijo, sino más bien en el conflicto que se origina en el mismo hijo. El protagonista de Huamanga se perfila como el ejemplo de una naturaleza innegable y, por lo tanto, absurda de reprimir, y eso se confirma en la secuencia final de la película.
En tanto, un corto que sí aseguraría tocar las venas de los miedos y tabúes sociales es el de Gabriel Páucar. El nido (2020) hace una representación particular sobre los antecedentes y consecuencias de los abusos sexuales a los menores de edad. La historia nos guía a la experiencia, por un lado, de un niño siendo víctima y, por otro, del victimario. Páucar realiza una película que podría confundirse con el drama psicológico, pero lo cierto es que estamos tratando con un drama que va orientando su contenido en base a la retrospectiva mental del abusador. Entonces, consecuencia de ese trance que se deriva mediante monólogos o frases inconexas, es que se genera el lado polémico de esta película. El victimario se define como una proyección de la víctima. Es decir, en un pasado, el cazador estuvo en los zapatos de la presa, y son esas circunstancias las que formaron en él una identidad perversa. Desde cierta perspectiva, es una lectura sobre un problema que es cíclico y que, por tanto, debe ser atendido. Desde una perspectiva distinta, es un caso que observa con comprensión o humanidad a este agente deshumanizado. Polémico, aunque no por eso merecedor de una tacha, sino de una expresión a atender y reflexionar.


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