martes, 3 de noviembre de 2020

La reivindicación: aclaraciones y defensas a la crítica de cine (Parte 2)

Continuación de una recolección de temas asociados a la crítica de cine aludidos en el seminario organizado por el festival Transcinema.

El yo en el escrito

Existe un prejuicio ante el “yo” en el escrito. En relación a la crítica de cine, creo que esto deriva al hecho de que la palabra del crítico o la crítica dominada por el yo –su opinión o perspectiva, que de hecho ya está explícita desde la primera palabra– se la interpreta como un acto de egolatría, un indicio por negar lo resto o ajeno a lo mencionado. El yo, para algunos, es equivalente a un “yo tengo la razón, lo resto no cuenta”. Volviendo al sentido de que la palabra del crítico o crítica de cine no es absoluta, sino una evaluación (en teoría) consecuente y especializada sobre una película, entonces descartaría un deseo por derribar el resto de lecturas. El yo solo es un uso que evidencia lo que es evidente: un escrito está escrito por un yo. Aprovecho a mencionar que una crítica sustentada no es la que exige citar a teóricos o lustros artistas vinculados al cine o al tema en cuestión. En mi perspectiva, respeto más una crítica sostenida por el yo a la sostenida por “según Talcito”. La crítica no tiene que ser un ámbito de promoción autoral o para presumir (esto último es mi prejuicio).

“No existes” o vivir en nuestra burbuja

Creo que un caso insólito, aunque ya conocido cuando se trata de armar mesas académicas, es el de conversar sobre un tema y no invitar a los que hacen referencia al mismo. Es lo que sucedió en la última mesa del seminario en cuestión. En efecto, el título de la mesa peruana no hacía referencia al crítico o crítica de cine, sin embargo, los ponentes hablaron sobre la crítica de cine en el Perú, a pesar de que ninguno la ejerce. Cosa que no está mal. Todos estamos en un mismo territorio y está bien saber qué opinan unos de otros, por mucho que sean ajenos al oficio en específico. No se cuenta los antecedentes o tentativas de un ejercicio crítico. Esto por una simple razón. La crítica de cine en el Perú fue una muy distinta hace diez años atrás. Por otro lado, las pretensiones de ejercer la crítica de cine, no nos otorgan la claridad de conocer qué es la crítica de cine o cuál es su panorama, en este caso, en el Perú. Sin embargo, nuevamente, es una perspectiva y la crítica de cine misma debe prestar atención a estas, dado que conocerlas es saber cuáles son las posibles falencias que arrastra en el ejercicio de su oficio. Dicho esto, no está bien que la crítica de cine viva en su propia burbuja. De cuando en cuando, tenemos que despegar nuestra vista de nuestros textos o ejercicios críticos para saber cómo es que el público en general está respondiendo a lo que (se presupone) es nuestro aporte a la comunidad académica. ¿Estamos haciendo bien nuestra labor? Tal parece que no, o al menos no lo suficiente. Nos hace falta visibilizarnos, los críticos y críticas digo. Es evidente que Mónica Delgado ya lo logró, porque fue el único nombre que se mencionó en la mesa. Por lo resto, un poco más, para los ponentes la crítica de cine en el Perú no existe. No existen los Bedoya, los Hablemos de cine, Ventana Indiscreta, Fotograma Gourmet, el mismo resto de Desistfilm. Existen sí Cesar Vallejo y otros poetas peruanos en modo crítico de cine. ¿Críticos de cine ellos? Un rotundo no. Para cuando termine esta Pandemia, pueden pasar a la biblioteca del Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar. Ahí podrán leer todas las “críticas” de los escritores peruanos. Entonces, hasta cierto punto, todos opinamos o ejercemos desde nuestra burbuja. La crítica de cine tiene que salir de esta. La zona de confort no es más que una limitación de las aptitudes, un boicot a lo que es nuestra motivación, la pasión por el cine y la labor de interpretarlo.

No hablas de las películas que me interesan

Una respuesta infalible cuando te preguntan “¿Por qué no has visto tal película? ¿Acaso no eres crítico de cine?” Es que el crítico o la crítica de cine no está en la exigencia de ver todas las películas que se difunden de norte a sur. Es dependiendo de su compromiso, curiosidad o tiempo si ve tal o cual película. Suscribo lo comentado por John Campos: la crítica, en efecto, es un gesto que preserva y ayuda a visibilizar una película –estamos hablando de críticas y no de redacciones destinadas a decir “me gusta” o “no me gusta”; ya comenté sobre ello–. Pero qué pasa cuando un crítico no valora lo que un programador sí. Es no tiene por qué generar un civil wars. Nuevamente, la mirada del crítico es apenas una perspectiva. Este no tiene la misión de decir qué película debe trascender y cuál debe ser descartada. Lo suyo, en principio, es el juicio estético y discursivo. Así que si el crítico o crítica, a su perspectiva, no ve en una película una oportunidad para hacer un ejercicio crítico, pues no hay razón para forzar una mirada crítica. A esto se suma el caso de si decide ver una película o no. También tendrá sus razones o motivaciones. Hay tantas películas por ver, muchas solo se emiten una vez y de ahí desaparecen del mapa, otras hacen su gira y luego de ahí no sabes más de estas, y no siempre la crítica llega al momento de su programación. Entonces, la falta de críticas de tal película no es tanto por la permanencia de una crítica de cine que se cierra, discrimina o devalúa a una línea fílmica. Ahora, de que existen círculos de críticos que se cierran a un tipo de cine, definitivamente sí.

Crítica tradicional y…espera, ¿a qué llamamos crítica tradicional?

Personalmente, lo tradicional me deriva a ver cine en pantalla grande y escribiendo para periódicos. Lo primero, especialmente ahora, es algo tirado de los pelos. Es perderse tantas películas que no tienen estrenos sea por vías comerciales o festivales, desde los más visibles hasta los underground. Sobre lo segundo, no veo conflicto. Cada uno se mueve en la plataforma que mejor se siente. Ahora, es un estilo de ejercicio crítico; no lo comparto, pero definitivamente prefiero más críticos tradicionales a pseudocríticos. Es seguro que la denominación “crítica tradicional” hace referencia a otras formas de ejercer la crítica –o la cinefilia–, y es natural en una época de la segmentación.

Los cercos en el terreno crítico

Un comentario emergió de lo absurdo que se percibían las segmentaciones que Netflix fijaba en su buscador de películas, segmentación más acelerada a la que me parece inauguraron las páginas pornográficas. La segmentación es un síntoma del consumismo, el dirigir un producto ideal o a la medida de un consumidor específico. Es como los cereales que encuentras en un supermercado: los hay dulces, muy dulces, los cancerígenos y más cancerígenos; etc. Los catálogos fílmicos tienen esa estructuración. Pregunto: ¿cuántos cinéfilos miran de todo? Es decir; de todo: distintos géneros, épocas, idiomas, Marvel y Pedro Costa. Existen, pero son pocos, pues la mayoría también tiene sus filtros recurrentes o fetiches, además de su lista negra de un tipo de cine que prefieren no ver, sea por un acto justificado (desde su postura) o por puro prejuicio. Así como los cereales, los cinéfilos eligen ver las películas que más les gustas. Sucede que un sector de la crítica también tiene sus segmentaciones, y esa segmentación no está lejos de las motivaciones de un cinéfilo o un consumidor de películas promedio. Es a propósito de esto que se levantan unos muros dentro de la crítica. Es todo un lío a veces armar una mesa sobre un tema en específico y juntar a críticos y críticas que estén familiarizados o actualizados con ese tema en cuestión. Esto se debe a que estamos en una época en que la moda de la segmentación ha alcanzado y limitado el panorama fílmico de los críticos. Aquí no se trata de “eres snob” o “eres mainstream” porque miras esto u otro. Aquí se trata de que hay evidencia de una crítica que restringe su panorama fílmico, lo que a su vez limita su conocimiento crítico y, por ende, fragmenta a la comunidad crítica: “Ustedes van a las funciones de prensa, nosotros a los festivales de cine”. Y sucede que a veces esta limitación responde a la postura política del crítico o crítica. Ya retomaré eso más adelante.

Otra barrera: reseña y artículos

¿La crítica sabe de extensiones? Definitivamente, no. Aquí deviene otro prejuicio sobre lo que una mayoría (mal) entiende por crítica. Sucede que gran parte de la pseudocrítica reconoce en las reseñas como el punto inicial para “practicar” la crítica de cine. Entonces, un grupo de lectores lee la producción de estos aventureros y se da cuenta que es pura charlatanería. Este desencuentro genera frases como “¿quién entiende a los críticos?”, “los críticos solo te cuentan las películas”, “las críticas solo saben poner estrellitas a las películas”. Por otro lado, están también los lectores poco exigentes. Los que les gusta cómo reseña o “critica” esa pseudocrítica. En conclusión, ambos grupos han reconocido al pseudocrítico o pseudocrítica como crítico o crítica de cine. Todo mal. Esto no solo ha desprestigiado a la crítica de cine, sino también a la modalidad de reseñar. Por favor; Caimán, Cahiers du Cinema, Film Comment, todos tienen su sección de reseñas, casi siempre al final. Entonces, la pregunta sería: ¿cuánto de crítico tiene una reseña o un artículo? La extensión no hace al crítico, así como tampoco el tiempo que le inviertes a un escrito. Hay muy buenas reseñas que salen en un par de días, así como muy malos artículos que se crean en meses.

¿Y el compromiso social?

Algo fascinante del seminario promovido por el festival Transcinema es que las voces se percibieron claramente distintas a pesar de que la mayoría de los convocados pertenecemos a una misma región. Desde la mesa de Bolivia resonaba la idea de una sociedad emancipada del neoliberalismo; en tanto, en la mesa chilena se habló del estallido social reflejado en el cine –un apasionante debate pendiente es sobre la diferencia entre registros o ficciones, a propósito de la marea de películas producidas en ya casi un año que captaron el escenario efervescente de la sociedad revelándose contra el Gobierno–. Se podría decir que el feminismo es el único tema que está en la agenda de todos. Lo curioso es que, al menos desde las mesas, se ha escuchado más de compromisos que de acciones concretas en donde el feminismo se milita desde la crítica de cine. Esta forma de militancia siempre me ha resultado atractiva. El aula crítica puede ser también un escenario de militancia, un espacio que forma a nuevos militantes de cualquier compromiso social. Ya está sucediendo. En Perú, un evento sobre crítica desde una mirada feminista se ha difundido. Desde Chile me han llegado más eventos de esa línea. No hace mucho Final Girls Chile, un festival que se dedica a difundir a directoras de cine fantástico y de terror, dispuso de forma gratuita una masterclass sobre la representación del monstruo femenino en el cine de terror. Un eco lo produjo Lina Durán junto a otras invitadas, desde la producción del festival peruano Insólito. Ahora, regreso al panorama fílmico de la crítica de cine y cómo las posturas políticas orientan y hasta restringen ese panorama. Siguiendo el caso del feminismo, la producción actual de películas sobre universos femeninos emancipados del patriarcado está creciendo cada vez más. Retrato de una mujer en llamas (2019), de Céline Sciamma, o la muy interesante Mamá, mamá, mamá (2020), de Sol Berruezo, son apenas un par de ejemplos. Son películas instructivas que dialogan con el pasado y el presente de la mujer deslindada de la masculinidad, respectivamente. Pero sucede que la atención apunta más a lo que se está produciendo y no a lo que se produjo, y a mi parecer ese gesto está fugando una importante instrucción. Algo que valoré mucho de la ponencia “Féminas y furias”, de Valeria Villegas, es que partió desde una introspectiva hacia un cine en blanco y negro para encontrar las respuestas del porqué lo femenino es un antagónico en las películas de terror más actuales. La crítica precisa de un retrovisor, y uno muy amplio. Otra vez, limitarnos a ver cierto cine, limita nuestro conocimiento crítico. Muchos cuestionan a los Premios de la Academia –y me incluyo–; sin embargo, fue gracias a un Oscar honorífico ofrecido a Lina Wertmuller que me enteré de la existencia de esta directora y hace unos días recién pude ver algo de ella; Mimi, metalúrgico herido en su honor (1972), una muy divertida película que hace sátira sobre cómo el feminismo y el comunismo se convierten en utopías dentro de un escenario hipócrita que siempre retorna a sus “tradiciones”. Y así hay tantas películas que nos instruyen sobre ese y otros compromisos sociales incluso desde un discurso caduco. Porque las falencias también instruyen.

Una escuela de crítica de cine y la preservación fílmica

Dos temas muy importantes que deben de convertirse en agenda urgente, al menos en este territorio. Sobre una educación crítica, se habla mucho de lo autodidacta. A mí me resultó. No solo es un acto de compromiso, sino también de pasión. Lo cierto es que no deja de ser también una escuela un tanto deformada producto de la proliferación de difusores que solo se dedican a desprestigiar a la crítica de cine mediante prácticas que no tienen nada de crítico. Dicho esto, un modo de ejercer crítica es también impartiendo una educación sobre el lenguaje del cine. Más cursos de interpretación y menos de apreciación. Lo segundo se puede estimular desde listas de películas recomendadas o hasta el mismo Netflix. Cuántos habrán comenzado a apreciar el cine luego de un mes de amanecidas frente a esa plataforma. El hecho es que ninguna plataforma te enseña a diferenciar entre el encuadre y un plano. Lo otro que urge atender es el tema de la preservación fílmica. El Perú es el único país que no tiene una cinemateca, un espacio que rescate a las películas en celuloide y las reconozca como patrimonio cultural. ¿Cómo convencer a los legisladores de eso? ¿De qué forma la crítica de cine puede colaborar en esa cruzada que ya está en mano de algunas asociaciones de cine? Una forma es que la crítica de cine se comprometa a concientizar al público sobre el estado de olvido en que se encuentran muchas películas peruanas.

Palabras finales

En serio, estoy cansado. Ahora solo tengo cabeza de continuar preparando un próximo curso de cine. Esa es la palabra final: sigamos haciendo crítica.

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