La ópera prima de Joao Paulo Miranda imagina un escenario distópico, aunque inspirado en la realidad de la actual Brasil. Una comunidad angloparlante al sur de ese país planea emanciparse de la zona norte a fin de establecer su supremacía social y económica a medida que inyecta a su comunidad costumbres germánicas. Es como si las políticas ultraconservadoras de Jair Bolsonaro se encontraran con el divisionismo previo a la Guerra de las Sesiones y el nazismo de propaganda. En medio de esa comunidad de mayoría “blanca”, un hombre originario de la zona norteña vive con resignación en ese ámbito como una figura solitaria y marginal, eso hasta que una casa remueve su memoria. Memory House (2020) está a la línea de películas como Chuva é Cantoria na Aldeia dos Mortos (2018) o A febre (2019), a propósito de sujetos que parecen haber olvidado sus orígenes en medio de una sociedad que ha erradicado las tradiciones oriundas del país. El protagonista de Miranda parece experimentar una suerte de despertar similar al que tienen los protagonistas de las películas mencionadas. Fruto de esa epifanía o revelación mística, los recuerdos del hombre lo retraen a sus raíces de la región del sertón.
viernes, 20 de agosto de 2021
25 Festival de Lima: Memory House (Competencia Ficción)
Recientemente, el cine
latinoamericano ha comenzado a producir una serie de historias en pie a
revalorar las culturas originarias, siendo en muchos de los casos en que lo
mágico religioso se presenta en sus argumentos como un punto de inflexión para
estimular la invocación de los conocimientos aborígenes. Ahora, caso de Memory
House, se distingue a la mayoría dada la reacción de su personaje principal.
Este anciano, luego de descubrir una casa abandonada, rescatará costumbres aniquiladas
en ese escenario distópico, pero su experiencia estará vinculada a un estado de
demencia. Es decir; es un “despertar” agresivo que, definitivamente, ampliará
la brecha social que existía entre él y esa comunidad que combina a extranjeros
y alienados. El anciano se convierte en un sujeto irreal, casi una aparición
mítica y de un comportamiento combativo. Posiblemente, algo tenga que ver sus
antecedentes de sertanero; belicoso y aguerrido con todo aquello que pretende
definirlo como representante de una identidad o raza inferior, tal como lo
catalogaba a los sertones Euclides da Cunha en su crónica Os Sertoes.
Pero retornando a un vínculo con
el Brasil del presente, la historia se perfila también a un panorama laboral
explotador, un modelo que el patrón “formaliza” por oral o escrito sus
criterios abusivos, y que no lo hace ajeno a los optados en una época previa a
la independencia de esa nación. Resulta significativo además que estamos
tratando con una fábrica lechera que difunde propagandas que definen al
territorio como una economía fuerte, mientras que tras bambalinas se habla de
despidos y reducción de ganancia para el personal. No solo a raíz del COVID,
sino incluso antes de ello, las fuertes industrias de materias primas en Brasil
han reducido sus producciones, en parte, consecuencia de las negligencias
desatadas por actos de sobornos empaquetados en el Caso Lava Jato. Memory
House pueda también persuadir a grabar en la memoria una realidad actual,
la que, ciertamente, no debe de ser desvinculada con la memoria histórica. La
película de Joao Paulo Miranda, así como varios filmes brasileños, insiste en
una nación dividida, en donde la preservación de una parece estar siempre
destinada a la confrontación aniquiladora, como emulando a la Guerra de
Canudos.
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