Atractiva ópera prima de un drama social que se conecta con un drama mundial. El director Alex Camilleri nos introduce a la vida de un pescador artesanal lidiando con una realidad que ha identificado a su oficio generacional como un ejercicio marginal y decadente; y de hecho, así lo es. Luzzu (2021) hace un panorama pesimista de una labor que tiene los días de vida contados. La historia de Jesmark (Jesmark Scicluna) inicia con una avería de su “luzzu”, pequeña embarcación que heredó de su padre y a su vez este del suyo. Ello es el hecho que advierte la imposible continuidad de una trascendencia familiar. Lo siguiente son los contratiempos cotidianos: demandas familiares, la falta de dinero, la búsqueda de un ingreso mientras repara su bote. Es una pesada mochila la que está sobre los hombros del protagonista. Pero hay más. En medio de los ánimos de superación dentro de un negocio al que Jesmark es fiel a un código de ética es que comienza a percibir cómo es que circulan los agentes nocivos que reduce sus beneficios. Estamos ante una película que tiene los principios del neorrealismo italiano, a propósito de individuos optimistas yendo a contracorriente en un escenario contraproducente, ilícito, agresivo y que transita pisoteando a los más pequeños.
martes, 16 de noviembre de 2021
7 Semana del Cine ULima: Luzzu
Luzzu comienza a descubrirnos el
rostro malvado de este comercio, uno que empezó reconociendo al mar como propiedad
de la comunidad y que ahora ha sido apropiado por las grandes industrias
pesqueras en confabulación con los órganos estatales. Un punto curioso es que
Camilleri se niega confrontar a ese gran titán. Jesmark mira a esa máquina a
distancia. Desde donde lo ve, se define esa industria tan inmensa como el mismo
mar. Son esos pocos momentos que el encuadre parece aludir a una pugna entre
David contra Goliat. ¿Cómo luchar contra un gigante? Lo cierto es que esta no
es la historia de un militante que lucha por sus derechos laborales. Este es el
relato de una persona que no tiene tiempo, apremia de un sustento diario que
podría definir su estabilidad familiar. Si algo además de la pesca valora
Jesmark es el vínculo filial. Esos dos fuertes lazos son los que lo han
mantenido a flote dentro de ese negocio que no le remunera como es debido. En
consecuencia, en cierto punto de la película, el neorralismo italiano se
posterga e inicia la secuencia de una persona cediendo a esa corrupción a
través de un canal ilegal que es síntoma de ese mecanismo de negocio deshonesto
que las grandes industrias pesqueras y el propio Estado difundió en los mares.
La película de Camilleri es la
historia de un hombre arrinconado a traicionar sus principios. No hay otra
forma de sobrevivencia que la de proceder a eso que la mayoría hace y se aventaja.
Ese es el cuadro dramático del filme. Es la respuesta a una etapa llena de
angustia, la que luego genera creces económicas, pero con ello se gesta
remordimientos, brotes de conciencia que después son reprimidos por instantes
de realidad, “cordura” o presiones de su entorno íntimo. En Luzzu no hay
lugar para la decencia y las modalidades laborales antiquísimas. Alex Camilleri
nos cuenta lo que está sucediendo en este momento, la pesca artesanal está
siendo sepultada viva a manos de los gobiernos quienes, además de legalizar viles
normativas, “sobornan” a los mismos representantes de esa labor a fin de que
den más espacio a los gigantes y destructores de la naturaleza. Esto es
importante. Son también pocas menciones las que se dan, pero estamos además ante
una película que emite una señal de alarma. Aquí está aconteciendo algo que
podría ser irreversible, a menos que se tome una muy severa modificación de
términos. Luzzu retrata un drama ecológico global. Como complemento a esta
película del país de Malta, recomiendo el capítulo “El bacalao ha muerto” de la
serie Rotten.
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