Dos divergencias se definen en este documental. El nacional (2022) inicia con un antiguo metraje que hace alusión a la importancia histórica del Colegio Nacional de Buenos Aires. Se dice que de esa institución desfilaron importantes forjadores de la nación. Lo que sigue es un registro del presente, una mirada a una comunidad mixta que enarbola pañuelos verdes y reza los códigos del feminismo con una tendencia de izquierda. Ya de aquí es más que notorio ese gran contraste entre un antes y un después. Frente a ese panorama, el director Alejandro Hartmann cumple el rol de un cronista. La institución está a puertas de anunciar un nuevo rector. A propósito, la comunidad estudiantil hace sentir sus demandas. Estamos ante un estado de efervescencia política que recordaría al mayo del 68 en Francia. Lo curioso y a su vez lo estimulante es que aquí estamos tratando con niños y adolescentes. Este detalle, sin embargo, no parece descubrir desventaja alguna. Aquí los menores presentan un perfil prodigioso y nada improvisado. Estamos ante una generación reflexiva y además autosuficiente. La independencia de pensamiento y acción es casi un reflejo natural para los jóvenes que, así como sus antecesores, tienen toda la intención de crear un impacto en la nación, claro que bajo enfoques y dinámicas distintas a los razonamientos tradicionales.
sábado, 6 de agosto de 2022
26 Festival de Lima: El nacional (Competencia Documental)
Pero volviendo a la divergencia,
Hartmann, como buen cronista, reconoce a los actores, pero también el
escenario. Existe una relación física entre las fisuras de las paredes o las
telarañas que cuelgan del techo y la plana de docentes, esos otros actores que están
ahí, pero ciertamente postergados desde la mirada de la cámara y hasta de los
alumnos. De pronto, los maestros parecen ser parte de ese mausoleo educativo
asaltado por los estudiantes que pugnan por erradicar las viejas usanzas,
incluyendo sus ejecutores. Los mayores son como las estatuas o los animales
disecados. En teoría deberían ser símbolo y artífices de un modelo educativo
que ha trascendido por décadas, pero más bien lucen como accesorios. Surge así
esa segunda divergencia. Si en algún momento el Nacional fue equivalente a una
enseñanza clásica, esa misma ahora sufre de un embargo. Vemos así a una
comunidad que, contrario a los instantes de militancia política, dormita entre
las clases de lenguas muertas u otras materias que entienden como un idioma que
no les apetece hablar. Tal como lo señalará otro metraje rescatado y
vaticinador, en ese recinto la educación ha sido desplazada por la política. El
nacional es un documental que retrata a un colegio en donde se ha suscitado
una paradoja. Se ha convertido en un espacio público de conciencia social que
sigue formando a modelos de nación, pero que también está perdiendo su carácter
educativo, lo que se supone la convirtió en un emblema respecto a otras
instituciones.
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