miércoles, 8 de febrero de 2023

Los espíritus de la isla

A propósito de las discordias políticas, dicen las malas lenguas —ya no se sabe si en serio o en broma—: un enemigo de un irlandés es otro irlandés. Podría decirse que eso sucede en Los espíritus de la isla (2022), sin embargo, el distanciamiento entre dos amigos de toda la vida no apela a un desacorde que tiene que ver con las posturas republicanas o monárquicas. De hecho, a estos dos personajes poco o nada les interesa debatir sobre de qué lado debería estar Irlanda. ¿Ya dije que los mencionados son irlandeses? Resulta en tanto absurdo imaginarse a dos irlandeses desinteresados por el destino de la soberanía de su patria, y más aun tomando en cuenta que esta historia acontece en la década del 20. Fue en esa época en que se concibió el IRA (Ejército Republicano Irlandés), grupo paramilitar que busca emancipar a Irlanda del Reino Unido. Y, por cultura general, sabemos que a partir de entonces ello originó un tema de debate que los irlandeses expresaron con una feroz intensidad. ¿A qué se debe entonces esa apatía por parte de los protagonistas y toda esa comunidad que habita en dicho lugar remoto de Irlanda? Pues eso mismo. El estado de retiro, eso que además es el antecedente de esa otra apatía, la que surge entre dos personas que de un momento a otro no se estiman más. Martin McDonagh reflexiona sobre el conformismo, la depresión y las enemistades —tradición irlandesa— a propósito de una ubicación geográfica.

Los espíritus de la isla inicia con Pádraic (Colin Farrel) visitando a Colm (Brendan Gleeson), su camarada de toda la vida. El hecho es que Colm no quiere recibirlo. Él no quiere ser más amigo de Pádraic. Este último exige razones, pero el otro se las niega. Surge entonces un estado de confusión por parte del risueño Pádraic. La noticia es repentina e inexplicable, tomando en cuenta que no ha habido altercado que pudiera motivar esa actitud tan radical. Es a partir de esta premisa que McDonagh va creando ese escenario de peleas sin sentido o rencillas no justificadas. Desde su filtro humorístico, parece como si estuviéramos tratando con una pelea de niños. ¿Es a que acaso habría un mensaje político tras esta situación? Ya lo dije, estamos tratando con gente apolítica. Es decir; es casi seguro que hay un mensaje político detrás de esto. Este conflicto menor de pronto se va tornando más severo. Lo que fue un mero desacuerdo de criterios o expectativas —el cual obviamente no lo revelaré— pasa a ser un problema mayor a causa de la acumulación de malentendidos, necedades, egoísmos, falta de atención y comunicación, además de estupideces. Es así como empiezan algunas guerras civiles. En tanto, McDonagh no deja de exponer esa ridiculez. Convierte lo dramático o hasta lo trágico en motivo de risa, tal vez partiendo de la idea de que no hay manera de tomar en serio a una comunidad que es tan irreflexiva cuando se trata del concepto de comunidad y, en su lugar, no hace más que pensar en sus demandas del yo. Y, claro, la ubicación territorial tiene mucho que ver.
Ya lo decía. Los espíritus de la isla es una historia en donde muchos de los conflictos están directa o indirectamente relacionados con el estado de retiro al que permanece este grupo de irlandeses. El vivir en esta isla es vivir acondicionado, limitado, conformándose o ahogándose con lo mismo, contentarse con los chismes de la localidad, ir al mismo tugurio todas las tardes a tomar unas pintas o cruzarse a hablar con el simpático, aunque insoportable idiota de la comunidad. O sea, hay toda una variedad de inapetencias para hacer en este territorio. En tanto, el caso Pádraic/Colm podría ser interpretado como un desfogue de la naturaleza. Incluso los escenarios más aburridos pierden el equilibrio. Podríamos decir entonces que lo que está ante nuestros ojos es lo más emocionante que le ha sucedido a esta población en años. Esta guerra civil de a dos en donde hay enfrentamientos y no hay ánimos de consensos, y si dialogan están ebrios. Es un clima desfavorable que parece no cambiará. Y hablando de climas, no deja de ser también una cuota sarcástica la fotografía y la geografía deprimente que expresa este territorio. En efecto, hay más de un signo de depresión en la población, por tanto, esa geografía taciturna es el fondo preciso para ese estado desmoralizante. El hecho es que todo fluye con un humor áspero. Por eso el sarcasmo muy típico de Martin McDonagh. Él no se compadece del sufrimiento reprimido o normalizado de esa gente. De ahí por qué el director sí se apiada del único personaje que sufre, se queja y hace algo al respecto. Esta es una película sobre acondicionados y un emancipado.

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