Esta semana se estrena en algunos cines de EEUU Irreversible: Straight Cut, una versión cronológica del filme de culto de Gaspar Noé. Hago un análisis comparativo entre este nuevo corte y el original.
Ya me ha pasado que la fragilidad
de mi memoria me ha fabricado una ventaja al momento de ver una película por
segunda vez. En esta semana, he visto Irreversible (2002), de Gaspar
Noé, en su versión remasteriza. Ya la había visto muchos años atrás, sin
embargo, fue como si la hubiera visto “casi” por primera vez. Y digo casi
porque es imposible olvidar esa secuencia desagradable que la hizo famosa.
Digamos entonces que la vi por primera vez con un spoiler encima, y es
que no recordaba la secuencia inicial ni tampoco la que le sigue; exacto, la
secuencia de la discoteca gay. ¿Cómo es posible que pude olvidarla? Esto que
acabo de mencionar capaz más adelante pueda provocar una contradicción.
Entonces, el motivo por qué la volví a ver —además de la curiosidad de qué tan
prolijas habían quedado sus imágenes desde la vez que la vi en un DVD pirata— fue
como parte de mi preparación para ver Irreversible: Straight Cut, un
corte de la película en donde la historia se cuenta de manera cronológica; es
decir, en el orden en que sucedieron los acontecimientos, y no en el sentido
contrario del reloj, tal como se narra en el corte original que muchos hemos
visto. Esta nueva versión ya se había estrenado en el 2019 en el Festival de
Venecia a modo de anticipar su 20 aniversario desde su estreno. Junto a su
versión remasterizada, este nuevo corte pronto será distribuido en formato
Blu-Ray, no sin antes haber finalizado una gira mundial en salas físicas
seleccionadas.
Un detalle curioso de este nuevo
corte es que su antecedente radica de un DVD pirata de origen coreano. En una
entrevista a IndieWire, el director de origen argentino comenta que un
día le llegó un DVD de procedencia extraña, el cual en su material extra contenía
una versión cronológica. Según el director, fue un mal experimento. Y así fue
cómo Noé reservó en su memoria el deseo de que en un futuro corregiría ese
corte. Ahora, la pregunta es: ¿Existe una gran diferencia entre una versión y
otra? Para los que tienen poca retención de memoria como yo; definitivamente,
sí. Para el resto, puede que también. A propósito, el autor dice en una nota de
prensa sobre esta Straight Cut: “La misma historia ya no es una
tragedia, esta vez es un drama que saca a relucir la psicología de los
personajes y los mecanismos que llevan a algunos de ellos a una barbarie
asesina”. Usualmente, no hablo con spoilers, pero aquí sí que lo
amerita. Irreversible, su corte original, inicia con una suerte de prólogo
desagradable: un hombre confiesa que ha intimado con su hija. Dicha secuencia —que
no tiene que ver con la historia principal de Irreversible— funciona
como una mini secuela de Seul contre tous (1998), ópera prima de Noé.
Ahora comento al respecto. Lo que sigue es la secuencia rabiosa de la
discoteca. El cráneo de un hombre explota ante la fuerza de un extintor. En
veinte minutos y algo más, la película ya califica como un cine de explotación.
No hay una claridad de los hechos, pero lo único en concreto es que hay una
fascinación por la violencia en más de un sentido.
No tenemos idea por qué el
personaje de Vincent Cassel busca a un tal “El Tenia”. Lo seguro que es cuando
lo vea lo va a matar. Y está su amigo o acompañante o lo que sea, interpretado
por Albert Dupontel, el que intenta apaciguar a Cassel, le dice que está cometiendo
una locura, que se calme; en tanto, nosotros no entendemos nada. Pero lo
curioso es que después todo se invierte. Pensábamos que Cassel terminaría
matando a alguien, pero más bien termina humillado por un grupo de homosexuales,
y luego viene Dupontel y hace lo que se supone debía hacer Cassel, matar a
alguien, y uno se pregunta: ¿Cómo sucedió eso? ¿Inició siendo la “voz de la
conciencia” y terminó siendo el loco del extintor? Noé desde un principio nos
plantea cómo el ser humano parece tener una semilla de la maldad y la locura
implantada. Es cosa que aparezca el estímulo o surja la circunstancia para que
emerja. Esta es una película en donde vemos cómo esa reacción se repite.
Incluso ya se insinúa en esa secuencia del padre confesando su pecado, anexo
que no tiene nada que ver con la historia, pero algo del sentido de esa
confesión se remite en Irreversible. Como dije, esa parte funcionaría
como una precuela de Seul contre tous al rescatar al protagonista de esa
historia sobre un padre abnegado y sobreprotector que ama a su hija en un
sentido filial, pero que en algún momento se enciende en él “ese” estímulo. ¡Pum!
Lo ve y ya está hecho. Y con ello se asoma esa maldad, la tentación del
incesto. He ahí el vínculo con Irreversible. En ambas películas, tenemos
a personajes cayendo en la tentación de la violencia, y en la mayoría de los
casos no son tentados o persuadidos. Eso es importantísimo. A veces esa sed de
violencia no es fruto de la provocación, sino nace casi de manera natural. Es
como si lo profano fuera congénito al ser humano.
Entonces, volviendo al apunte de
Noé sobre su Straight Cut, decía: “…saca a relucir la psicología de los
personajes y los mecanismos que llevan a algunos de ellos a una barbarie
asesina…”. Prácticamente en la nueva edición, en donde se respeta el orden del
tiempo, se nos invita a “comprender” las acciones de las personas. En otras
palabras, seguimos la secuencia de su lógica moral. Por eso fue necesario describir
al detalle mi percepción —y, posiblemente, la de muchos— de toda esa secuencia
de la discoteca, momento en que no se entiende de dónde sale tanto enojo; o
sea, no hay justificación moral. En efecto, pasa porque no conocemos a los
personajes, capaz los prejuzgamos, y es que nuestra moral nos dice que antes
debe de haber una razón esencial para que un hombre muera y sobre todo a manos
de alguien que aparentaba ser un pacifista o un miedoso —¿ya ven cómo saltan
los prejuicios?—. Esta perspectiva o evaluación de las acciones, obviamente,
cambia si vemos la película en el orden cronológico. En ese caso, sabes el rol
que cumple Dupontel, los sentimientos que tiene hacia su expareja, interpretado
por Mónica Bellucci, personaje que ha sido violada por “El Tenia”. Dicho esto,
no resulta del todo demencial que Dupontel haya hecho lo que hizo al principio
de la original Irreversible, que sería lo mismo decir al final del Straight
Cut. Es una situación en que la adrenalina lo abrumó. Ese estado hormonal
que, según Noé, nace de situaciones que se te quedan tatuadas en la memoria. Y
es que nos es más fácil recordar los momentos de alta tensión o traumáticos que
los momentos en que no sentimos la adrenalina. Estoy de acuerdo con ello. Tal
vez por eso Noé hace el cine que hace, y tal vez por eso, a pesar de que no soy
fan de su cine, recuerdo detalles de cada una de sus películas.
Pero, claro, y como mencionaba
más arriba, pueda que me contradiga al confirmar la idea de Noé, tomando en
cuenta que “borré por completo” esa secuencia del extintor, siendo una escena
ultraviolenta; en tanto, la escena de la violación sí la recuerdo. Quiero
suponer que soy más frágil a ciertos recuerdos o violencias. Le hecho la culpa
a mi fascinación por el gore y, obviamente, al tiempo. Dice el padre de Seul
contre tous al inicio de la versión original de Irreversible: “El
tiempo lo destruye todo”. Dada mi condición de memoria frágil, lo primero que
se me viene a la mente al escuchar esa frase es la fragilidad de la memoria. El
tiempo destruye la memoria, que lo es todo. Lo cierto es que eso no tiene
sentido con el caso del padre. Entonces luego dice otra cosa: “Pienso en eso
todo el tiempo”. Se refiere a su delito incestuoso. Lo dice con congoja, mezcla
de dolor, pero con un brote de nostalgia —Noé es un director que pone en la
frontera moral a sus personajes—. En ese caso, la interpretación de su frase es
el revés de mi interpretación. El tiempo no destruye a la memoria, sino todo lo
contrario, la preserva y, eso, en un sentido pesimista o trágico, es una
condena. Tenemos a un hombre abrazando al tiempo, el cual lo destruye
anímicamente porque recuerda eso que le estremece. La memoria, sus
reminiscencias, ese salto al pasado es su cárcel. “El tiempo lo destruye todo”.
Y esa idea va a quedar flotando a medida que vayamos viendo esa película
contada al revés, una versión en donde el tiempo es transgredido, porque el
tiempo figura aquí como violento o agresivo.
En el Irreversible
original, el tiempo (en retroceso) nos descubre una memoria o pasado terrible: la
violación a una mujer. Esos saltos al pasado son graficados como una edición en
barrido que aturde. Vueltas y vueltas da la cámara como emulando esos
testimonios ficticios de personas viajando al tiempo, pasando por un remolino
que les provocaba náuseas, vómitos y al final terminaban siendo escupidos al
pasado. El viajar al pasado es una experiencia desagradable, y Noé parece ser
consciente de ello. A medida que escribo esto, ahora entiendo por qué
denominaba trágica a su corte original. El Straight Cut, en tanto, no
tiene esos tránsitos atropellados cuando salta el tiempo adelante. Es apenas un
giro en barrido, nada más que una particular elipsis. Es un trayecto limpio.
Cuando el tiempo marcha en la dirección normal, las cosas, los acontecimientos
parecen normales, no se percibe el caos, o al menos no de manera palpable.
Sucede que en la nueva versión, que, definitivamente, es un drama, en el
principio de la historia también hay detalles que definen lo caótico, aunque en
muy menor grado en relación con la versión original. En el Straight Cut,
Cassel se percibe como un tipo desagradable. A propósito de su relación con el
personaje de Mónica Bellucci —quien por entonces era su pareja en la vida real—,
parece que estamos ante una versión de “La Bella y la Bestia”. También está el
perfil casi masoquista del personaje de Dupontel. Esta urgencia de hablar con
su expareja, el personaje de Bellucci, sobre sus fracasos en el terreno sexual,
según él, para “aprender”, es, por un lado, un acto de humillarse y, por otro, un
coqueteo pérfido y vulgar ante la presencia de Cassell, su amigo y actual
pareja de su ex. Es un menage a trois un tanto incómodo.
Esas percepciones pasan por alto
en el corte original. En efecto, estamos tratando con los mismos personajes y
sus mismas personalidades. Muy a pesar, el orden cómo se dieron o narran las
cosas en la versión al revés nos disuaden tal vez a no prestar atención a esos
detalles. ¿A quién se le ocurriría meditar sobre la personalidad
pasivo-agresiva de Cassell luego de que hemos visto una agresión sexual por un
lapso de diez minutos? Es el afecto de un trauma. Una violación es una experiencia
que minimiza el machismo de Cassell. Por su parte, en el Straight Cut,
sí que llama nuestra atención el comportamiento hosco de Cassell porque nada
trágico todavía ha pasado, sino algo dramático. El personaje de Bellucci está
embaraza. Ese se podría decir que es el primer golpe que recibimos del Straight
Cut, porque ya nos dimos cuenta lo inmaduro que es el padre, Cassell. Se
asume además el embarazo como un giro irónico y cruel, impresión que siempre impone
Noé en sus películas. Lo curioso es que esta incomodidad también se sufre en la
versión original, solo que el sentimiento es más punzante. Aún el espectador en
shock, se entera de que la víctima sexual esperaba un hijo. Destino
cruel. ¡Tragedia! ¿Si hay diferencia entre una versión y otra además del modo
en cómo se narra? Definitivamente. La experiencia es otra. Es lógico, pero no
deja de resultarme estimulante cómo una misma secuencia pueda perturbarte de
distinta manera por el solo hecho de que te la contaron de una manera distinta.
“Parece que el futuro ya está
decidido”; dice el personaje de Bellucci cuando comparte a su antiguo amante y al
nuevo una lección que aprendió de un libro. Dice además que los sueños
premonitorios dan constancia de esa idea. Es otro momento en que se genera una
emoción distinta dependiendo la versión que se vea. Ahora, particularmente, en
el corte original resulta más significativa esa frase. Esto es lo que ha
sucedido en dicha versión: hemos visto el futuro y después el pasado. El futuro
ya está decidido o escrito. Resulta extraño cómo la anticipación o vaticinio de
las cosas podría aclarar —no distorsionar— nuestro panorama: este mundo está
regido por la anarquía. Un padre que ultraja a su hija, un tipo tranquilo que
se convierte en asesino, el tiempo que está al revés. Todo está de cabeza. El Irreversible
original es ruin porque nos dice que el futuro es un caos. Es un viaje a la
semilla que hace desear que ese embrión nunca debió ser concebido en un mundo
falsamente celestial como se representa en la escena final de Bellucci leyendo
de seguro ese ensayo sobre las premoniciones o el futuro escrito que nos
recuerda ese final trágico que nos aguarda a todos, pero que no suficiente con
ello tenemos que sufrir o ver sufrir a otros en el trayecto hacia la muerte.
Claro que eso no hace menos ruin a la historia narrada de una manera ordenada,
sin confusión, que justifica los impulsos dramáticos de sus personajes. De
hecho, el principio iracundo de la versión original de la película de Gaspar
Noé es el final inconcebible, frustrante e infame del Straight Cut. Me
pregunto: ¿cuántos espectadores que vieron el Irreversible original creyeron
que al principio el violador era castigado? Yo pensé eso, o eso me dijo mi
frágil memoria o capaz fue mi impulso de venganza que clamaba castigo. Lo dice
la misma película: “La venganza es un derecho de los hombres”.
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